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Por Rolando Gallego

Con una impronta teatral, en donde una habitación de hotel se convierte en el escenario para que dos desconocidos comiencen un vínculo diferente, Emma Thompson brilla en la agridulce propuesta.

Nancy (Thompson) tiene el impulso de, tras la muerte de su marido, recuperar su sexualidad encontrándose con Leo (Daryl McCormack), un taxi boy que además de satisfacerla en ese plano, le abrirá los ojos acerca de su realidad y verdaderos sentimientos.

Buena suerte, Leo Grande, de Sophie Hyde, propone el viaje hacia la intimidad de dos personajes “rotos”, que, en la creencia de su integridad, en cada uno de los encuentros, amparados por el disfraz del anonimato, intentarán continuar adelante con sus vidas.

Pero claro, encuentro tras encuentro, y dada la curiosidad del uno por el otro, se terminará por quebrar ese pacto implícito de un contrato por sexo, y, con esa ruptura, se delineará el punto central de esta propuesta, contar la transformación de los personajes y ponerlos frente al espejo, para, de esa manera, convertirse en quienes realmente desean ser.

Nancy nunca tuvo un orgasmo, y en el contacto con la piel joven de Leo, comienza a sentir que otra vida es posible más allá de lo que la sociedad le impuso. Mandatos, deberes, y la creencia que el hombre es quien debe digitar la vida sexual de una pareja.

Buena suerte, Leo Grande, se desmarca del lugar común al profundizar en sus protagonistas, sus miedos y verdaderos deseos, los que, más allá del intercambio sexual, empiezan a ser más grandes que aquello que la pantalla muestra.

Thompson brilla, y encuentro tras encuentro evoluciona a su Nancy, con nuevos aspectos para su rol, una mujer lúcida pero con miedo a decir lo que quiere. McCormack cumple con su trabajo, pero claro, al deslumbrar como lo hace la protagonista femenina, él sólo acompaña, sin una oportunidad para siquiera acercarse a la verdad con la que Thompson dice cada una de las palabras de los diálogos.

La escena final es de antología, para, una vez más, posicionar a Emma Thompson en lo más alto de la actuación.

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