Por Marcelo Cafferata.
Es inevitable preguntarse, cada vez que aparece una remake o una adaptación de un gran clásico, si era realmente necesaria, más que eso –porque necesario puede sonar algo pretencioso-, si esta nueva mirada trae un aporte que permita revisitar la historia, de una forma diferente.
“MUJERCITAS”, la famosísima novela de Louise May Alcott, éxito absoluto desde que se publicase en 1868 puede encuadrarse como una de las primeras “coming of age” que ha dado la literatura –género ahora tan de moda- y que ha tenido versiones muy variadas, tanto para el cine como para la televisión (que incluye una miniserie del año 2017, con Maya Hawke y Emily Watson al frente del elenco), cada una con su estilo propio.
Greta Gerwig (importante actriz del cine independiente con trabajos como “Frances Ha” “Mistress America” “Maggie´s plan” o “Mujeres del Siglo XX” y que impactó con su trabajo de dirección por el que logró una nominación al Oscar con “Ladybird”) se ha revelado como una absoluta fanática de la novela, libro de cabecera de su juventud y en diversos reportajes ha confesado que cuando habla de las hermanas March las define como que “son parte de quien soy” y es así como se comprende su necesidad de llevar a la pantalla, una nueva versión de este clásico de la literatura.
Con apenas algunos apuntes de la Guerra Civil de fondo, la novela hace hincapié en las vivencias de las cuatro hermanas March junto a su madre –por cierto hay un fuerte peso del matriarcado que recorre toda la novela y por ende, toda la pelicula- en donde cada una de ellas tendrá diferentes vivencias relacionadas con la construcción de su femineidad y su propia salida al mundo.
Así encontramos a la hermana mayor Meg (Emma Watson) que es la primera en casarse y tener hijos, a la más ambiciosa del clan: Amy (Florence Pugh), la tímida Beth (Eliza Scanlen) y en el centro de la escena Jo (Saoirse Ronan), personaje que tiene como estandarte una fuerte libertad de pensamientos y que hace foco en sus aspiraciones profesionales: dos situaciones absolutamente modernas, que han sido revolucionarias para el momento en que la novela fue publicada.
La nueva mirada de Gerwig sobre el clásico tiene muchos aciertos aunque algunas imprecisiones. Por el lado de los aciertos podemos apuntar que el guion que ella misma ha escrito para esta adaptación rompe por completo con la línea cronológica y rígida con la que se solía contar esta historia.
Gerwig juega, por el contrario, con un relato permanentemente contado en dos tiempos en los que los saltos temporales requieren de un espectador más activo y más atento a los detalles, logrando que la historia se presente de una forma más dinámica y que, de esta forma, pueda ir dialogando con sus propios acontecimientos en estos saltos temporales que propone esta nueva puesta.
Sin embargo hay ciertos momentos en lo que pareciese que ha querido ajustarse fielmente al original y no se permitió jugar con una interpelación a sus propios personajes. Sus mujercitas, en algún punto, terminan consolidando una idea del mundo femenino algo anacrónico, donde aparecen temas como el casamiento por mandato o por conveniencia, la maternidad vs la autorealización y el dinero como un condicionante para la toma de decisiones; que se muestran de una manera que si bien no atenta totalmente, torna algo confusa esa sororidad que pretende ejercer el relato, cayendo en la autocomplacencia.
Como otro de los grandes puntos a favor de esta nueva puesta, cabe señalar la puntillosidad y la exquisitez en el diseño de arte, el vestuario y la fotografía y una hermosa banda sonora de Alexandre Desplat que acompaña el relato, logrando que el producto de Gerwig sea sumamente sólido en todos los rubros técnicos.
En cuanto a las actuaciones, lamentablemente las cuatro hermanas no han logrado el mismo nivel. Laura Dern compone a una madre bonachona y contenedora, más cerca de Caroline Ingalls que de una mujer de carácter para sacar adelante a la familia, mientras que Scanlen como Beth, no tiene demasiado lucimiento en esta adaptación de la historia.
Emma Watson como Meg, parece no haber entendido nada de su personaje y se pasea por sus escenas con caritas sonrientes y mohines completamente impropios para esa composición, y tampoco la ayuda un physique du rol que hace difícil verla como la hermana mayor.
Florence Pugh construye una Amy con matices, que va madurando a medida que avanza la historia y que la hizo merecedora de una nominación al Oscar como Mejor Actriz de Reparto, luego de sus consagrados trabajos en “Midsommar” y una arrolladora “Lady Macbeth” en la versión de William Oldroy.
Para el final, Saoirse Ronan se pone en la piel de Jo y aunque Hollywood se enamora y sobrevalora algunas de sus actrices –éste es uno de esos casos, logrando una nominación al Oscar como Mejor Actriz-, sabe de todos modos compenetrarse con una heroína moderna y sacar adelante, aunque sin demasiadas diferencias respecto de otros de sus trabajos, un protagónico que implica ciertas exigencias.
Si bien algunos tramos del relato pueden presentarse como demasiado morosos y con una estructura de “vivencias” que no tienen demasiada ilación o continuidad –la trama se basa en momentos o “polaroids” familiares- que hacen que el relato pueda sentirse como demasiado disperso, Gerwig toma las riendas y luce todo su talento en un brillante tramo final.
Plantea de forma clara, sencilla y muy bien filmada, esa elipsis que une las primeras escenas con este último tramo, en donde esa Jo escritora (que es el alter ego de Alcott y su vez el de la propia Gerwig como guionista de este filme) sintetiza el mensaje a través del placer y la felicidad de una obra terminada, contra viento y marea, más allá de los obstáculos y de las concesiones.
Esa novela dentro de la novela dentro de la película misma, que nos envuelve con esa metatextualidad sorprendente y nos llena de cine, en un tramo final realmente impecable.
POR QUE SI:
«La historia se presenta de una forma más dinámica dialogando con sus propios acontecimientos en saltos temporales que propone esta nueva puesta»