Por Rolando Gallego
Tras presentarla con gran suceso en los festivales de cine de Málaga y Calcuta, Virna Molina y Ernesto Ardito estrenan en salas La bruja de Hitler una poderosa producción en la que trabajan sobre cómo en el sur argentino convivieron jerarcas nazis con políticos y la sociedad civil. Por acá cuentan detalles de su nueva película en conjunto.
¿Cómo fue imaginar el proyecto, sabiendo lo ambicioso e impactante que iba a ser?
Cuando empezamos el proceso de realización de esta película, no pensamos en lo ambicioso, sino en lo que la historia necesitaba y le dimos libertad creativa para que crezca. Eso fue avanzando en complejidad y nos lo fuimos poniendo encima de nuestras espaldas y empujándolo sin pensar demasiado en lo difícil que podía ser, movidos por la pasión de hacer la película. En esa aventura se fue sumando el equipo y recién cuando terminamos todo el recorrido y el film estuvo listo, creo que tomamos consciencia de la hazaña. Si lo hubiéramos pensado al comienzo nos hubiéremos paralizado y el film nunca hubiera existido. En relación a lo impactante recién sabés si va a serlo o no cuando el film entra en contacto con el espectador y es una incertidumbre total, aunque uno puede tener cierta intuición. Después de la reacción del público en Calcuta, ahí nos dimos cuenta de lo poderoso del film y que lo que habíamos construido – algo original que era trabajar el género de terror desde lo político– funcionaba.
¿Y volver a trabajar juntos?
Lo necesitábamos porque nos enriquece mutuamente, porque salen cosas nuevas completamente distintas a las que podemos arribar en solitario. Ambas formas de realizar las sentimos necesarias y complementarias. Trabajando solos escuchamos rincones de nuestra voz más ocultos, en el trabajo colectivo se da un intercambio permanente de ideas que construyen conceptos que en solitario probablemente no existirían.
¿Por qué el pasado les sigue disparando ideas para sus películas?
En realidad la película no surge de una idea del pasado, sino del sentimiento reinante en nuestra sociedad a fines de 2017, principios de 2018. Había un clima siniestro, de silencio, de desconfianza, mucha enemistad social, mucha bronca, violencia, persecución política. La gente prefería no hablar para no pelearse, prefería silenciar lo que pensaba porque era mal visto y hasta podías perder su trabajado si publicaba algo molesto en las redes sociales. Y sobre todo había un odio creciente al que pensaba, sentía y era diferente. Todo eso sentíamos era la sensación de un estado del pasado, algo ya vivido. Y pensamos como hablar de todo esto que nos está pasando, usando la magia, la fantasía del cine. Viajar al pasado y generar un universo fantástico y onírico, nos permite llegar a zonas más profundas de la condición humana para darnos cuenta de lo que nos está pasando en el presente. Desgraciadamente nuestra intuición era acertada y hoy la realidad política y social del mundo, no solo de nuestro país, tiene una tendencia peligrosísima hacia el odio y la violencia como forma de “resolver” los conflictos que atraviesa.
¿Cómo fue elegir a los actores y también en parte trabajar con algunos en otro idioma?
El proceso de casting no fue fácil porque los protagonistas forman parte de dos familias alemanas nazis, algunos de ellos debían hablar alemán nativo, y una parte importante eran niñxs y jóvenes. Así que el elenco más joven tuvo su debut cinematográfico en este film. Esto hace que sea un elenco original para el cine nacional. Las redes sociales y las formas virtuales nos sirvieron mucho para hacer la primera avanzada en la selección y luego citar a casting presencial. Estamos tremendamente agradecidos del compromiso que todo el elenco asumió con la película. Es tan fuerte la energía que irradian los personajes -a partir del trabajo actoral- que el film se vuelve poderosísimo en sus interpretaciones.
En un momento crítico como el actual para las producciones nacionales ¿qué tan difícil se les hizo conseguir la financiación y ahora imaginar el estreno?
La película ganó un concurso del INCAA en el año 2018. Con ese dinero ese y aportes personales de quienes la producimos pudo realizarse. Lo verdaderamente difícil fue que a una semana de salir a rodaje, con todos los servicios contratados y la logística armada comienza el aislamiento a causa de la pandemia de covid-19 y tuvimos que suspender todo por un año, porque los rodajes quedaron prohibidos al igual que el traslado interprovincial y la actividad audiovisual en su conjunto. Fue una experiencia verdaderamente al límite porque en el medio de la pandemia y la incertidumbre total que fue mundialmente ese momento, no sabíamos a ciencia cierta si algún día iba a poder rodarse el film. Pero nosotrxs usamos ese tiempo de aislamiento para seguir pensando el film con todas sus complejidades y preparando la nueva logística para cuando se habilitaran nuevamente las filmaciones. El escenario actual, post pandemia del cine mundial es difícil, porque las audiencias se acostumbraron a consumir películas a través de las plataformas. Pero hay un cine que fue concebido para ver salas, con toda la potencia del leguaje y espectáculo cinematográfico y cuando el espectador vive experiencia, recuerda la magia de estar en una sala y vuelve a querer ir al cine. La Bruja de Hitler es una película que después de verla sentís eso.
Ya trabajaron los 60, los 70… ¿con qué otro hecho histórico político les gustaría continuar?
Tenemos varios proyectos que estamos desarrollando, pero la película en conjunto se llamará El Frankenstein de Varsovia. Un film ambientado en el futuro cercano, una versión libre del Frankenstein de Mary Shelley, donde exploraremos los límites del entendimiento humano frente a sus creaciones científicas y las consecuencias de desafiar los límites de la existencia humana.
¿Con que le gustaría que se conecten los espectadores al verla?
Nos gustaría que la película permita sentir el horror del odio desde la experiencia artística. El terror desesperante que el espectáculo cinematográfico te permite vivir. Porque justamente esto es ficción, es mentira, es un sueño o pesadilla. Para eso sirve el arte, para hacernos reflexionar sobre lo que vivimos en nuestra realidad cotidiana y no podemos ver con claridad. Los caminos del odio y la violencia nunca han llevado a la humanidad a un final feliz. Estamos en la antesala de un momento decisivo para el mundo y aún a tiempo de cambiar esta vez la historia, y elegir el amor y no el odio.