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Por Rolando Gallego

Coincidiendo con un nuevo aniversario del incendio de Iron Mountain, Jorge Gaggero (Cama Adentro, Vida en Falcon) estrena su potente documental En cumplimiento del deber. La sentida película, además de homenajear a los caídos durante el incendio y las tareas de prevención, ocho en ese momento, y dos más después, denuncia la connivencia entre Gobierno, empresariado, Justicia, para mantener en silencio lo que se sabe a viva voz, la intencionalidad del incendio para ocultar pruebas e información confidencial de grandes multinacionales. Por acá Roth, narradora en off de la propuesta, habla de una película que utiliza materiales de archivo, entrevistas a familiares de las víctimas y a bomberos que estuvieron ese día, para conocer detalles del proceso de trabajo y sus recuerdos del fatídico 5 de febrero de 2014.

¿Qué recuerdo tenés de cuando fue el hecho?

No estaba en Buenos Aires cuando pasó esto, estaba en Madrid y me enteré al día siguiente, vi imágenes y me impactó, porque además en España había información sobre las víctimas, los bomberos muertos, y sobre todo, que había sido intencional el incendio. Me quedé enganchada con el tema, y al volver al país ví cómo se iba diluyendo la información. Cuando me llamó el productor para poner la voz a este documental tan imprescindible, creo, recordé, al estudiar lo que tenía que decir, el momento de la historia, porque además es muy crudo el documental, muy triste, hay una amargura en la historia que tiene que ver con que nunca se resolverá, porque encima en Argentina hay víctimas, en los otros incendios de la empresa en otros países no, acá los bomberos ingresaron porque vieron a alguien dentro.

La película pone verdaderamente a las víctimas en el centro, las reales, los 10 muertos…

Que existen y tienen un relato personal del honor, de tragedia insalvable, de información que nunca van a tener, es como esas muertes dolorosas, como la de José Luis Cabezas, que sabes que el poder real las genera y produce, sin saber quiénes son ¿Qué es el poder real? ¿Cuántos son? ¿Una cabeza, muchas? Y el dolor tiene que ver con esa impotencia de no poder acercarte a saber qué pasó. Las víctimas murieron por rescatar las pocas hojas de esas multinacionales que dejaban sus top secrets dentro de ese búnker, por eso murieron, es terrible.

Y por eso duele, porque seguirá impune el hecho…

Hay tantas cosas que siguen así en Argentina, Amia sigue en nada, la voladura de la Embajada de Israel, muchas cosas, grandes cosas, donde murió mucha gente, muchas víctimas, donde quedan vivos y testigos familiares, amigos, de esas víctimas, que murieron por querer salvar qué, o esas cosas de la vida que te ponen en ese lugar, o como en el caso de Cabezas, donde hubo intención de matarlo por ese acto de militancia, que se jugó pensando que no iba a pasar nada y se cometió uno de los actos mafiosos más grandes, y da mucho miedo que pasen esas cosas, porque quedas en lugar de espectador, impotente ante el horror de la vida que pasa delante de tus ojos.

Y la impunidad, como ese gerente de un banco, que con total libertad enfrenta acusaciones sin admitir culpas,  mientras que en el mismo puesto, pero en Inglaterra, salieron a pedir disculpas…

Totalmente, y no pasa nada, y esa es una amargura muy fuerte, eterna, para siempre, es muy difícil pensar que algo de esto cambiará, e inclusive con el documental.

Lo importante es que está el documental…

Claro, para mantener viva la memoria, ante un poder oscuro que va ganando, pero la memoria hace bien, a mí me dolió y conmovió profundamente hacerlo, pero me sentí cercana a ese dolor, de los que los amaban, de los hijos, mujeres, que padecieron el acto mafioso, y que para aquellos que lo idearon no importaba nada si morían.

Y ni siquiera en la más sórdida ficción pasa esto…

Recuerdo cuando en Cenizas del paraíso, de Marcelo Piñeyro, encarne a la Jueza, a la que tenían absolutamente arrinconada, con toda la voluntad de hacerlo, pero no pudo, y no se puede con ese poder, y no sé si se podrá,  es como en las películas de James Bond, buenos versus malos, ficcionado, mainstream, buscando que el público se identifique con esas cosas, y que todo parezca irreal.

Y acá es todo real con empresas que hoy siguen como si nada operando…

Y a ninguna le importó o le interesó saber qué paso, ni hizo el paripé, o dijo yo voy a investigar, la condición humana es complicada, en este momento además, cada vez más oscuro, y ya no sabemos ni siquiera en manos de quién estamos. Porque además el poder ha tomado más fuerza y nosotros cada vez menos, cada vez menos información, mentiras informativas, fake news, cómo se manipula todo, y acá es terrible, porque hay víctimas, reales, con familiares a los que siguen espiando, les mienten, les dicen que van a encontrar a los culpables. Cuando filmamos tenía un nivel de angustia grande porque no podías escapar del nivel de información, el paso a paso de lo que se fue descubriendo, me metí en esta tragedia provocada por el hombre, no un tsunami, que también lo provoca el hombre, acá hubo una mano.

¿Cómo te preparas para la proyección de este viernes?

Duro, ví sólo el tráiler, y me angustié mucho, tenía un dolor aquí abajo en el plexo solar y no sabía por qué, pero claro, porque me acordé del día que estuve en el altar frente al lugar, y ves las cosas, las fotos, la juventud, las buenas intenciones, cómo murieron en cumplimiento del deber, volví a sentir eso, y al ver el tráiler, me di cuenta de mi presencia también en él, porque recordaba que había puesto la voz, pero verme en presencia en el lugar me recordó todo, me había olvidado.

Es un mecanismo para salir adelante…

Sí, de defensa, hasta que vuelva a pasar otra cosa, porque no estamos exentos de que suceda nuevamente lo que suceda y día a día, en estas últimas jornadas, pasaron cosas que a mí me alertan, como la furia del dólar, sabiendo que hay manos negras detrás.

Y que seguirán hasta que se las pueda detener…

Ojalá, pero estos días estoy muy amargada, por la sensación,  que los buenos,  pensándolo en términos binarios de buenos y malos, como el cuentito, van a perder la pelea, como acá, donde alguien puso la mechita, y cuando le pones humanidad a todo esto, caras reales, que lo hizo, que puso eso para que volara, ¿qué pensarían en ese momento?

O cómo sigue adelante después de hacer eso…

No se sabe. Justo vi una película en Netflix sobre Adolf Eichman, transcurre en Buenos Aires, y muestra la vida “normal” de este tipo en familia, con su hijo, que no se arrepintió nunca.

La “banalidad del mal”, como decía Hannah Arendt, y también la obediencia debida…

Totalmente, y más allá de la obediencia debida, quien actúa como obediente, está en ese lugar porque se puso en ese lugar, ahí no hay perdón tampoco. Me aparecen muchos recuerdos de muchas cosas, muchas muertes injustas, muchas manos negros, seres nefastos, la banalidad del mal, ese hombre tomando decisiones como decir en vez de seguir matando con balas, empecemos con gas, ponele, no existe ese pensamiento, quién puede pensar así, no puede, cómo te salvas.

Por suerte la película está para abrir los ojos y acercar información y mantener vivo el homenaje de las víctimas… y también es importante que estés vos para acompañar la búsqueda de justicia de las familias…

Me siento con la necesidad del compromiso, sin dudas, siento que tengo la obligación moral de estar ahí, absolutamente.

Publicada originalmente en HACIENDOCINE

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