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Por Marcelo Cafferata

Es complejo escribir sobre “PUAN” estrictamente como obra cinematográfica sin que intervengan dos contextos: la realidad actual previa a las elecciones nacionales en donde la Universidad Pública, como tantas otras instituciones, corre el serio peligro de ser reformulada, desfinanciada, recortada –y hasta de desaparecer como tal, en ciertos planes más extremos- y el cotidiano que reverbera con todos aquellos que trabajamos en una Universidad Pública.

En mi caso, se suma el ámbito del Conurbano que hace que estas instituciones sean doblemente necesaria para acercar a todos aquellos sectores económica o socialmente vulnerables a la Educación como derecho humano, a todos aquellos pibes y pibas que no tendrían otra forma de acceder a la Educación Superior si no fuese de esta manera, con una Universidad pública, inclusiva, gratuita y de calidad.

La película que dirigen a cuatro manos los brillantes María Alché (“Familia Sumergida”) y Benjamín Naishtat (“Historia del Miedo” y “Rojo”) no podría haber encontrado un mejor momento para enarbolar la figura de todos esos trabajadores silenciosos que se ponen a la Universidad Pública al hombro,  se apasionan, la viven, la sueñan, la militan, la toman como parte indisoluble de su vida y vibran apasionadamente en el aula más allá de lo que esté pasando afuera.

Marcelo Pena es nuestro antihéroe urbano, si se lo podría definir de esa manera. Profesor de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (de ahí el Puan del título aludiendo al emblemático edificio sede) que parece ser el justo sucesor luego de la repentina e inesperada muerte del Titular de cátedra que más allá del vínculo laboral, ha sido su mentor, su padre universitario, su guía. Esa pérdida lo golpea y debilita en un contexto en el que profundiza más su ya instalada crisis.

Con sólo ver algunos excelentes trazos con los que Alché y Naishtat desde el guion pintan al personaje en sus vínculos con su hijo con quien no termina de conectar genuinamente, con una esposa militante que admira en silencio pero con la que tampoco puede expresarse, sabemos que Pena (un apellido que seguramente no ha sido elegido azarosamente, como ningún detalle de la película está librado al azar) y con algunos trabajos que no están a su altura (para llegar a fin de mes le da clases particulares a una señora de la alta sociedad que se duerme mientras él habla de Camus), viene golpeado y que esta pérdida lo desequilibrará más aún.

Cuando todo parece indicar que él será el sucesor natural dentro de la cátedra, apoyado incluso por la Decana de la Universidad, aparece en pleno homenaje al difunto profesor, su antiguo compañero de estudios, Rafael Sujarchuk. Radicado en Alemania y codeándose con toda la élite intelectual europea,  también suma como atractivo particular, estar de novio con una figura de moda que lo hace explotar en las redes sociales. Imbuido de su prestigio internacional que lo sobrevaloriza más de la cuenta y con esa mezcla de carisma y vanidad, Sujarchuk se transforma inmediatamente en su principal y único competidor.

Atravesada profundamente por un tono de comedia, “PUAN” tiene todos los ingredientes para abrir a la reflexión sobre el modelo de país que queremos, sobre las luchas silenciosas y cotidianas y pintando ese micromundo del ambiente universitario, no sólo permite reflejar ese espacio en particular sino que puede adaptarse perfectamente a un modelo de país y a una realidad social que no sólo es propia de este ámbito.

A pesar de que es posible ampliar la reflexión a otros terrenos, Naishtat y Alché dominan perfectamente el ámbito universitario y lo pintan a la perfección. Tensiones entre los miembros de la cátedra, egos, historias personales, el trabajo del centro de estudiantes tratando de movilizar a la acción, el clima del aula, protestas gremiales, el compromiso docente y la Universidad en sí misma como una geografía especial, es retratada con suma precisión y permite trazar una perfecta radiografía de nuestro tiempo, inclusive actuando como factor premonitorio porque ha sido escrita ya hace un tiempo –unos cuatro años atrás- y sin embargo muestra una actualidad ineludible.

Si bien el guion es contundente, sagaz y puede mostrarse dúctil manejando diferentes tonos (hay comedia, hay denuncia, hay mirada social y también la intimidad de la historia personal de Pena) los dos protagonistas hacen que la historia brille mucho más aún: Sbaraglia está perfecto en ese Sujarchuk que viene a apoderarse de lo ajeno con total “deshonestidad”, volviendo a reformular una vez más la parábola del hijo pródigo, llevándose los honores con ese aire de importado que tanto atrae y que termina convenciendo a más de un colega que creía fervientemente en Pena como sucesor natural.

Pero cuando hay que poner el cuerpo y defender a la Universidad, es obviamente Marcelo Pena quien se juega el todo por el todo. Un personaje que le brinda a Marcelo Subiotto la enorme posibilidad de un protagónico absoluto a su altura. Un actor con formidables trabajos en teatro (este año brilló en “Los años”, en el unipersonal “Los pájaros” o la perfecta “Encuentros con hombres repulsivos”), excelentes trabajos en cine (al reciente “La Barbarie” se suman “La afinadora de árboles” “La encomienda” o “Piedra Noche”) y con un gran personaje que le permitió brillar en una serie de streaming como “Cross, ahora se ha hecho acreedor por este trabajo del premio como Mejor Actor en el Festival de San Sebastián y corona una extensa carrera de composiciones notables. En “PUAN” Subiotto logra transmitir un abanico enorme de emociones (desde la desesperación de haberse sentado sobre un pañal que lo deja todo manchado hasta su tristeza, su impotencia, sus momentos grises y su pasión en el aula) hasta coronar sin ningún tipo de estridencias, en una escena final que es pura sutileza.

Sbaraglia y Subiotto no están solos: Naishtat y Alché han logrado un dream team de secundarios y coprotagonistas: Julieta Zylberberg, Camila Peralta (que sigue deslumbrando trabajo a trabajo), Cristina Banegas, Alejandra Flechner, Mara Bestelli, Damián Dreizik y hasta un cameo (o un poquito más) de Lali Espósito.

Para quienes nos formamos en la Universidad Pública y para quienes seguimos formando parte de ella desde diferentes lugares, “PUAN” es una toma de partido, una pancarta que debemos llevar en alto sobre esos territorios que no debemos perder, una postura de vida, una espacio para seguir construyendo esa educación que queremos para nuestros hijos y para todos los que vienen.  

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