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Por Marcelo Cafferata

Quien haya visto la versión original de “EL CALLEJON DE LAS ALMAS PERDIDAS” (Nightmare Alley, Edmund Goulding, 1947) podrá apreciar rápidamente que esta nueva versión de Guillermo del Toro gana ampliamente en esplendor visual y en el subyugante diseño de arte pero que, a la hora de delinear los personajes, se queda en la superficie y los pasea con trazos demasiado esquemáticos justo en aquellos momentos en los que, en la primera versión, contaban la historia de una forma osada e innovadora para la época –hace ya más de 70 años-, aún con la restricciones que pesaban sobre ciertos temas.

La presentación del personaje central de Stanton Carlisle (Bradley Cooper), ingresando a una de esas ferias de fenómenos típica de la posguerra, le permite justamente a Del Toro una primera parte de la película estéticamente muy atractiva con múltiples referencias cinéfilas y una inmersión a un mundo prácticamente hipnótico junto con su juego de espejos. Lo freak, lo oscuro, lo violento y una fuerte sensación de marginalidad se despliegan entre bellísimas escenografías y una puesta sumamente cuidada, que con cada uno de los detalles, va dando indicios de los rasgos de cada uno de los personajes con los que Stanton se irá cruzando.

Entre ellos aparecen Zeena (Toni Collette) junto a su esposo Pete (David Strathairn), quienes, casi sin quererlo, despertarán en Stanton una posibilidad de ascenso social frente a una enorme depresión económica a través de un camino oscuro que va progresivamente creciendo, iniciando como pequeños actos de adivinación en night clubs hasta montar verdaderas estafas con supuestos contactos espirituales con las almas del más allá. Si bien en todo acto de feria se sabe que se esconde un truco, parte del “abuso” del artista es seguir cautivando al público que cae absorto, borrando los límites entre magia y realidad, entre el mundo real y el mundo de las almas.

En el papel de Stanton se juegan justamente todas las dilemas vinculados a los límites éticos y morales, ese fin que justifica los medios, la búsqueda de un ascenso desmedido, involucrando inclusive a su compañera Molly (Rooney Mara), junto a quien presenta este tipo de actos de adivinación y la va involucrándola en su red y marcando una fuerte diferencia moral entre cómo se mueven los personajes femeninos y la falta de escrúpulos en los personajes masculinos, roles que se verán subvertidos a medida que avance el relato.

La versión de Guillermo Del Toro tiene una extensión mucho más larga que la original que hace que el ritmo del relato quede resentido, aunque los guionistas han plantado que esta nueva relectura se apega totalmente a la novela original sin intentar que fuese una remake del clásico.

De todos modos, la forma en que el guion va concatenando las diferentes partes del filme deja, en algún punto, una sensación de fragmentos ordenados pero un tanto aislados, con poca conexión entre sí.

Primero la feria, luego Zeena y Pete, luego Molly que pone la pizca de romance de la historia, y finalmente la aparición del personaje de la Dra. Lilith Ritter (a cargo de una impecable Cate Blanchett sorprendiendo con un estilo vamp, típico de un personaje femenino de un film noir) en una última parte que, inclusive, cambia la luz y el tono general del relato. El arco transita desde una primera  parte con una interesante mezcla de aproximación casi burtoniana del circo ambulante junto con lo perturbador de lo freak de Tod Browning, hasta, lo que parece una película totalmente diferente, con aroma al cine negro policial que aparece más notablemente desde que Blanchett entra en pantalla.

De todos modos, Del Toro tiene pericia y resuelve muy bien las escenas claves de la película, sobre todo una escena de alta tensión en un cementerio que realmente logra un suspenso extremo. Pero el artificio y la puesta en escena, el preciosismo con el que quiere lograr cada detalle, hace perder de vista al nudo central de la historia donde la falta de moral del personaje, las traiciones, las estafas y la ambición desmedida, van destruyendo el alma de Stanton. En este caso, la construcción del personaje que hace Bradley Cooper logra un tono seductor, atractivo y carismático para atrapar a sus víctimas que rápidamente serán estafadas, pero no logra la profundidad necesaria para esos momentos más dramáticos en donde el personaje comienza a vivir su propio infierno.

A pesar de contar con un gran elenco (que incluye a Williem Dafoe –en un gran papel-, Richard Jenkins y Ron Perlman) sólo Cate Blanchett y una breve pero perfecta participación de Mary Steenburgen, logran despegar de cierta chatura que hay en la propuesta que plantea el director para la construcción de los personajes.

EL CALLEJON DE LAS ALMAS PERDIDAS” sorprende más en las formas que en el fondo y cierra con una muy buena elipsis sobre su personaje central, aunque una vez  terminado ese recorrido queda la sensación de que, en el camino, Del Toro se deslumbró a su mismo con una puesta fastuosa que sólo en algunos momentos logra ahondar en sus criaturas.

POR QUE SI:

» Del Toro tiene pericia y resuelve muy bien las escenas claves de la película «

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