Por Marcelo Cafferata

Liliana Paolinelli (“Lengua Materna” “Márgen de Error”) abandona el terreno de la ficción para explorar dentro del género documental el particular espacio geográfico que se genera en un terreno baldío.
Con un registro netamente observacional, Paolinelli juega con el espacio marcando el adentro y afuera, el interior y el exterior que divide una medianera, unas chapas apoyadas sobre el portón que ofician de empalizada, la frontera del territorio que exploramos de diversas maneras, gracias al atento ojo de su cámara.
En el interior: gatos que conoceremos a través de agujeros, hendijas, ranuras en las chapas o el estrecho espacio que media entre el piso y el irregular inicio de la división.
En el exterior: un grupo de vecinas que se acerca para entablar un vínculo particular de cuidado, afecto, compañía mutua y “diálogo”, poniéndose al servicio de esa banda felina que recibe tanto sus alimentos como medicación y cuidado, que todas entregan con completa solidaridad.
Una relación casi sin palabras, a través de los intersticios que el espacio permite pero que aún con esos marcados límites logra ser de una profunda intensidad. La misma que Paolinelli transmite a través de una exquisita fotografía y la mirada atenta al centro de la cámara, de cada uno de sus bigotudos protagonistas.