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Por Marcelo Cafferata

Dos películas llegan a las salas y las repasamos.

PUCAURQUILLO 

de Martín Tricárico y Federico Rozas

Entre 1879 y 1912 la tribu Bora fue prácticamente forzada a trasladarse a Perú, en plena Amazonia, para participar de la explotación de caucho. A pesar de que luego estas explotaciones desaparecieron, los Boras jamás pudieron volver a sus comunidades natales, quedando entonces los sobrevivientes en territorio peruano.

De acuerdo a lo que los propios directores han expresado, hay algo del Amazonas de Herzog en lo que capta el ojo de la cámara de Tricárico y Rozas. Ellos proponen un documental fuertemente volcado en lo observacional, describiendo las actividades que desarrollan esas tribus, deteniéndose en muchos momentos en el retrato de los niños de esas comunidades.

En un compilado de las más de 40 horas de filmación, los directores van proponiendo participar de los rituales cotidianos de esta comunidad utilizando una fotografía en un brillante blanco y negro.

Estrenada en FIDBA, “PUCAURQUILLO” tiene un gran trabajo de edición para poder seleccionar estos fragmentos que van componiendo la pintura de todo un pueblo y el retrato particular de algunos de sus habitantes captados por la cámara que se va invisiblizando entre ellos, distinguiendo sobre todo la figura del cacique de la comunidad y de un artista en particular que por un par de escenas, hace explotar de colores la pantalla, cuando muestran su arte y sus pinturas.

Con un fuerte mensaje de construcción de una nueva comunidad a partir de la finalización de la esclavitud, el documental logra imágenes de profunda belleza a partir de esta investigación en las entrañas del Amazonas, en una expedición al centro de una comunidad prácticamente desconocida.

LCDB – El documental

de Gastón Marín

Sabemos que muchas veces, el género del documental permite abrir ventanas a mundos (casi) desconocidos para muchos de nosotros. Tal es el caso de “LCDB. El Documental” que hace foco en el mítico Club Social y Deportivo La Cultura Del Barrio en pleno Villa Crespo.

Desde un nervioso ritmo de video clip que abre este trabajo con una edición bien picada y entrecortada, nos sumergimos en el mundo del primer club antifascista de América Latina que había sido iniciado oportunamente como uno de los centros de la cultura skinhead en Buenos Aires, una unión de las culturas callejeras que mezclaban el punk y el hardcore imperantes en aquellos tiempos.

Marín narra cronológicamente y nutriéndolo de los testimonios de los propios protagonistas, una historia de lucha organizada que debió enfrentar, por sobre todas las dificultades, los prejuicios contra una cultura callejera incipiente y estigmatizada, bastardeada por diversos sectores que no supieron reconocer en estas expresiones, otro verdadero foco cultural.

Acompañando la proeza de llegar a su primera sede en Ramírez de Velasco y continuando con su crecimiento hasta llegar a montar la sede de la calle Murillo con dos pisos con ring, una sala de exposiciones y lugares para recitales y otras manifestaciones artísticas, el director pone el ojo en el crecimiento de un movimiento que fue sobreponiéndose paso a paso a todas las adversidades, construyendo fuertemente ese espíritu de grupo que sostenían sus integrantes.

Este proceso es acompañado por diferentes testimonios, desde el dueño de la mítica Horros Business hasta los integrantes de bandas míticas que tocaron en el Club, quienes junto a las palabras de los que fueron dando vida a la Organización, pueden relatar más de 20 años de historia a muchos espectadores que no conocen esta movida.

Y Marín lo hace con un espíritu fresco, respirando la misma libertad que proclaman cada uno de los fundadores de este Club, único y singular, que podemos conocer gracias a este trabajo documental que, aún con ciertas convenciones narrativas y una estructura básica, permite asomarnos a un mundo, para muchos, desconocido.

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