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Por Marcelo Cafferata

Juan Minujín es Lucio, un profesor e intelectual, devenido en escritor y activo participante del mundo literario que, por algunos ardides de la vida universitaria queda afuera en un concurso y busca refugio como profesor suplente de Literatura en un colegio secundario, un trabajo en apariencia temporario y menor que le cambiará la vida.

En plena crisis laboral/profesional además de tener que enfrentar sus tormentas personales (una reciente separación de Mariela -Bárbara Lennie- y por lo tanto, el nuevo modo de vincularse con su hija adolescente -Renata Lerman-), deberá transitar una fuerte adaptación laboral en un entorno en donde se siente extranjero: una escuela secundaria cerca de la Isla Maciel, con una realidad económica y social completamente opuesta al ámbito en el que se solía manejar.

Nuevos códigos, nuevo entorno, nuevos compañeros y sobre todo, nuevos estudiantes con vivencias duras que golpean por completo las pocas seguridades con las que Lucio llega a este nuevo puesto de trabajo.

Diego Lerman vuelve sobre los pasos de temáticas arriesgadas y con un fuerte compromiso social como sus anteriores trabajos en “Refugiado” y “Una especie de familia” para mostrar una realidad que sólo necesita de una cámara que pueda describirla en la forma tan comprometida con la que él lo hace junto a todo su equipo.

EL SUPLENTE” no solamente describe el viaje interior de Lucio en plena crisis en todos sus rincones personales sino también el verdadero proceso de cambio que despiertan cada uno de esos estudiantes a medida que avanza su trabajo y su compromiso dentro del aula. El guion del propio Lerman junto a María Meira y Luciana de Mello permite revalorizar la figura del docente de este siglo donde no solamente será importante transmitir conocimientos y las herramientas necesarias para que los estudiantes puedan ir avanzando sino poder abordar las múltiples aristas que tenemos que tener en cuenta a la hora de pararnos frente al aula, atentos a las necesidades de esas miradas que depositan en la figura del profesor muchas más necesidades que transmitir meramente contenidos curriculares.

Lucio es el profe, pero es también un poco el padre de cada uno de ellos (con una fuerte contraposición a lo que le pasa con su hija y la crisis frente a la elección de un colegio secundario al que no quiere ingresar por más prestigiosa que sea esa institución porque ella quiere seguir sus propios deseos), el mediador, el psicólogo, el confidente hasta el “salvador”. Permanentemente la historia pivota entre el aula y lo personal, como un todo indivisible, en donde aparecerán también el vínculo amoroso con una profesora comprometida con los estudiantes y el vínculo de Lucio con su propio padre (otro excelente trabajo del chileno Alfredo Castro).

EL SUPLENTE” plantea un nuevo modelo de docente, donde no hay posibilidades de permanecer ajeno a la realidad que aparece en cada aula: la docencia de hoy necesita del compromiso, de involucrarse, de poner el cuerpo, de que cada estudiante verdaderamente sienta esa distancia de rescate a la que se debe estar dispuesto para que la tarea tenga sentido.

Magistralmente la cámara de Lerman expresa todo eso sin decirlo en palabras, simplemente mostrando una realidad ineludible, un contexto hostil y expulsivo que va generando en los jóvenes una la mirada de desaliento y desesperanza frente a su futuro que aparece permanentemente cuestionado. Son quienes  ponen en crisis la propia figura de la institución educativa cuando elude su compromiso y no quiere ponerse al servicio de su propia comunidad, mirando para otro lado. La realidad de muchas de las escuelas de la ciudad y del conurbano bonarense en donde se filtra la droga, la autoridad policial, el submundo de los traficantes y el peligro que involucra a los estudiantes.

Absolutamente desmarcándose del típico subgénero de películas de “profesores y alumnos” y más cercano a la mirada documental de Cantet o Germán Doin (“La Educación Prohibida”), Lerman describe a Lucio como uno de esos profes que, casi sin pensarlo, se ve interpelado por cada una de esas miradas que lo esperan en el aula, construye una verdadera figura de autoridad porque realmente los mira y los acepta tal como son, los comprende y les tiende su mano aún cuando no sea esa, precisamente, su verdadera función.

Juan Minujín aprovecha cada una de las tonalidades que le brinda este protagónico absoluto, metiéndose de lleno en la piel de su personaje, con la cámara de Lerman siguiendo su derrotero personal y mezclándose entre sus colegas con formidables trabajos secundarios como María Merlino, Bárbara Lennie y Rita Cortese (imposible no conmoverse en la escena donde explica el sentido de venir a trabajar cada día en el colegio)  y un elenco de no actores conformado por Lucas Arrúa, Jonathan Bogado o Amelí Mejía, encarnando los roles de los estudiantes con quienes se vincula de una forma fresca, natural y con un intenso verosímil.

Lo que es difícil de expresar en palabras, esa devolución amorosa y transformadora que se recibe de cada estudiante cuando uno se para frente al aula y se entrega a sus alumnos con toda la pasión de la docencia, Lerman lo traduce en cada fotograma, en una poesía que hace que “EL SUPLENTE” sea mucho más que una simple película. Es una toma de partido frente a una profesión bastardeada y minimizada en la agenda política, es una apuesta a involucrarse, a dar servicio y es un agradecimiento a todos aquellos estudiantes que pasaron por nuestras vidas y nos devolvieron muchísimo más de lo que les hemos dado en cada clase.

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