
Por Marcelo Cafferata

Precedida por un interesante recorrido en el circuito de festivales internacionales específicamente dedicados al cine LGBTQ+ como Melbourne, Chicago, Ginebra o Estonia y Perú, llega ahora el estreno comercial en el Cine Gaumont de “DESDE LA ULTIMA VEZ QUE NOS VIMOS”, el nuevo filme de Matías de Leis Correa, después de su debut en la pantalla grande con “Convaleciente”.
En su doble rol de director y guionista, De Leis Correa cuenta la historia de Víctor (Patricio Arellano en su regreso a la actuación después de una importante trayectoria como músico e intérprete), un hombre soltero y algo solitario cuya vida cambia completamente cuando se encuentra por obra del azar con su primer amor. Él es David (Esteban Recagno) quien fue su primer amor hace unos quince años, precisamente la última vez que se vieron.
Apelando a una narrativa novedosa, la historia se mueve en el eje de tiempo teniendo siempre en cuenta los días transcurridos a partir del último encuentro de la pareja. A partir de un vínculo que había quedado con cosas pendiente de resolver en ese pasado compartido, vuelve a instalar la misma tensión en la pareja, resonando con estos ecos, ahora en el presente. Lo que en su momento fue un amor clandestino por un vínculo amoroso que jamás hubiese sido comprendido en su pueblo y en su entorno familiar, se replica nuevamente en esa furtividad dado que ahora David es un hombre casado y por lo tanto tampoco podrá vivir esta historia de amor libremente.
Es claro que para Víctor esta ruptura nunca pudo ser superada. David, en cambio, ha formado una familia y parece haberse encaminado, saliendo adelante en sus vínculos afectivos. Pero este nuevo encuentro planteará desafíos para ambos, quizás sea más desequilibrante para David que deberá plantearse cuánto de ese proyecto de vida que hoy tiene, responde a sus verdaderos deseos o si en realidad se ajusta más a un patrón de conducta más esperado tanto por la familia como por el entorno.
De Leis Correa apela a una estructura casi teatral en donde prácticamente no hay otros personajes que los dos amantes y sus encuentros sexuales (que en algunos tramos se han un poco reiterativos) y por lo tanto, la historia se apoya fuertemente en el texto y en las actuaciones. Si bien el guion recorre algunas convenciones dentro de esta historia de amor y reencuentro, con algunos lugares comunes como el personaje que niega sus deseos sexuales “tapándolos” con una historia familiar que le permita socialmente mostrarse dentro de lo normativo, la simpleza con la que está contada y la honestidad de los diálogos, hacen que la historia fluya y pueda disfrutarse, aún con algunas situaciones muy predecibles.
De Leis Correa, tal como demostró en “Convaleciente” apela a un cine intimista, de sentimientos y con personajes logren una identificación casi automática con los espectadores por su sencillez y por la posibilidad de construir personajes con gran realismo.
El tiempo aparece representado en ese doble juego de ser un factor donde, al haber sucedido muchas cosas y muchos cambios en la vida de cada uno de ellos parece que hubiese pasado mucho tiempo, pero, en cada encuentro se revive ese vínculo que han tenido, y ahí parece paradójicamente como si el tiempo no hubiese pasado.
Como una buena forma de saldar las cuentas pendientes, de darse otra oportunidad, de revivir el fuego que ha quedado de ese primer amor que tuvo mucho de descubrimiento mutuo y de acompañamiento en aquellas nuevas experiencias, Víctor y David vuelven a intentarlo aun cuando aparezcan algunos reproches y vuelvan a sentir que ambos no pueden comprometerse con la misma intensidad.
Arellano y Recagno logran una buena química en pantalla y llevan en sus dos personajes el peso total de la película. “DESDE LA ULTIMA VEZ QUE NOS VIMOS” confía completamente en ellos, ya que son el sostén absoluto de la historia, y ambos logran darle a sus personajes una impronta convincente y manejar los climas que propone la historia.
Aún con sus momentos más previsibles, la forma en que De Leis Correa elige para la narración, hace que la historia fluya y la propuesta llegue a buen puerto. Arrellano vuelve a la actuación y logra que su Víctor transmita toda la preocupación y las contradicciones de volver a sentirse arrastrado por una pasión que lo lastima y que lo hace feliz (casi) en partes iguales.