Por Marcelo Cafferata
El cine argentino viene dando muestras del muy buen nivel que ha logrado alcanzar la producción nacional y, quizás por eso, llama poderosamente la atención que durante dos semanas consecutivas se estrenen dos películas nacionales que, aun contando con un elenco de primeras figuras e inclusive con buenas intenciones, el producto naufrague rápidamente, repitiendo los peores clichés de cada género percibiéndose las insalvables fallas ya desde las primeras escenas.
“ASFIXIADOS”, ópera prima de Luciano Podcaminsky cuenta la historia de Nacho y Lucía. Él es un productor cinematográfico que intenta recuperar parte del éxito que tuvo en su momento, y un potencial contrato con Natalia Oreiro podría devolverlo a jugar nuevamente en las grandes ligas, a las que parece que hace un buen rato que no pertenece. Lucía está en plena crisis y no logra conectar ni con su faceta profesional ni se siente cómoda en la intimidad con Nacho.
Emprenden un viaje en un lujoso yate junto con un amigo de ambos y su nueva pareja (Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum, una verdadera revelación dentro del elenco con el único personaje que logra llamar la atención), con la intención de poder tomarse unos días para recuperar este vínculo completamente desgastado.
Plagada de lugares comunes como el encierro en el yate donde comienzan a develarse secretos y cuentas pendientes, la soledad frente a la inmensidad del mar, la tormenta que se despierta en forma literal y que hace eco en las tempestades interiores de los personajes, la imposibilidad de despegarse del trabajo y la desconexión de la pareja que no hay viaje que logre salvar; el guion navega por todas estas zonas sin un rumbo demasiado cierto más allá de describir todas estas situaciones por sobre la superficie.
Describe a sus personajes con trazo grueso y finalmente desperdicia un elenco de primeras figuras con un Leonardo Sbaraglia demasiado desmesurado y con un marcado estereotipo que se subraya sobre sí mismo y una Julieta Díaz con un personaje que sostiene en un tono monocorde sin que le dé posibilidades de lucimiento, más allá de los chispazos de celos y deseo que despierta la joven pareja que los acompaña, dejando expuesto el deterioro de lo que ellos mismos alguna vez fueron.
En la última escena, un pretencioso final abierto empeora aún más el cierre, con una propuesta que suena más a que no se le pudo encontrar una vuelta de tuerca interesante y se cerró la historia en forma precipitada y desprolija.
Una semana después aparece en cartelera “LOS BASTARDOS” un pretendido thriller político sobre un novato con muy buenas intenciones que aspira a desterrar a un poderoso intendente del Conurbano bonaerense que se ha perpetuado en el poder.
Aun cuando el protagonista y director Pablo Yotich, aborda la historia con un tono de denuncia apoyado en un didactismo que construye una tajante división entre buenos y malos desde los arquetipos más marcados, una historia pretendidamente seria y “socialmente comprometida” termina siendo una pieza de consumo irónico que seguramente se recordará como lo más bizarro de esta temporada.
“LOS BASTARDOS” no solamente es un compendio de lugares comunes en cada uno de los diálogos y las situaciones que se plantean, sino que todo se resuelve de una forma burda y completamente torpe, sin una sola sutileza. Y lo que vemos en pantalla es todo tan “de brocha gorda” y plagado de obviedades que termina provocando risa.
En algunas notas periodísticas, la producción se jacta de tener “el mayor número de artistas de primera línea en la historia del cine nacional” y lo logra a fuerza de hacer aparecer a grandes actores y grandes actrices de reconocida trayectoria, en apenas solo una o dos escenas con personajes que casi pueden confundirse con cameos y que no tienen ningún desarrollo dramático en la película. Así desfilan Rodolfo Ranni, Betiana Blum, María Valenzuela, Alejandro Müller, Gabriel Almirón, Roly Serrano, Gonzalo Urtizberea, Mario Alarcón o Rodrigo Noya, solo para nombrar algunos de la larga lista de micro-apariciones.
Algunos otros, sí han tenido la “suerte” de contar con personajes con un mayor desarrollo, pero ninguno escapa a un guion que los somete a decir las cosas más disparatadas como que una periodista y su colaborador (Inés Palombo y Pablo Rago) hablan de ir a Merlo y tener una estadía de varios días para finalmente hablar de “volver para Buenos Aires”: era Merlo, San Luis? O era Merlo, Provincia de Buenos Aires?.
Completamente desdibujados se pasean por la pantalla, buenos profesionales como Gustavo Garzón, Alejandro Fiore, Arturo Bonín, Virginia Lago (con un festín de sus más recordados mohines), Vanesa González, Florencia Otero y Sergio Surraco.
La gran atracción de “LOS BASTARDOS” es el caudillo que compone Gerardo Romano, un papel que ya ha hecho en cientos de producciones y que, particularmente en esta, tiene momentos absolutamente desopilantes, sobre todo en aquellas escenas donde despliega un enorme catálogo de insultos y maltrato a sus colaboradores que es, por lejos, lo más disfrutable de la película.