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Por Marcelo Cafferata

El teatro de Nelson Valente es una experiencia de la que, como espectadores, invariablemente salimos modificados. Aparece esa marca distintiva  de un director que tiene la capacidad de mostrarnos tal cual somos, exponiendo en escena nuestra manera de ser, nuestros aciertos y nuestros errores y que, en cada una de sus obras, nos deja ciertos dilemas morales sobre los cuales debatir, profundizar y reflexionar. “LAPONIA”, la última obra que acaba de estrenarse en el Teatro Picadero, obviamente no es la excepción.

Mónica (Laura Oliva) viaja con su familia miles y miles de kilómetros para festejar la Navidad junto con la familia de Ana (Paula Ransenberg), su hermana, que se ha mudado hace ya muchos años a Laponia: está casada con un finés (Olavi, a cargo de Jorge Suárez) y ha armado su familia en una tierra tan lejana como diferente a la Argentina, una geografía que parece ser el marco ideal para un festejo lleno de nieve, donde podemos soñar que Papá Noel aparecerá en cualquier momento, en cualquier lugar.

Pero todo el espíritu de reencuentro y festejo se echa a perder cuando Aina, la hija de Ana, con tan sólo cuatro años le cuenta a su primo una verdad que apunta a destrozar las ilusiones del pequeño Martín, el hijo de Mónica. Sencillamente le revela el secreto alrededor de Papá Noel y los padres.

Lo que parece un tema completamente intrascendente y banal (que justamente Ana y su marido minimizan más aún) se convierte en el eje de un campo de batalla. Mientras que Mónica y Germán abogan por mantener encendida la ilusión y la magia para su hija, que concentra la Navidad en  la figura de Santa Claus y la magia de los juguetes, por su parte Ana y Olavi sostienen que jamás mentirían a su hija, haciéndole creer en algo que no existe. La absoluta racionalidad frente a la fantasía, la ilusión y la inocencia frente a la cruda realidad abre un interesante debate que se enmarca en los valores morales que se transmiten en la crianza de los hijos.

El texto de Cristina Clemente y Marc Angelet se las ingenia -al mismo tiempo que desarrolla una acalorada argumentación para cada uno de los “bandos”-, para ir profundizando una mirada sobre idiosincrasias contrapuestas y cómo la mirada del otro nos define, nos sentencia, nos encasilla. Dos concepciones de vida tan diferentes como las de una familia argentina frente a una finlandesa, se exponen descarnadamente en una noche donde a través del humor, la ironía y el sarcasmo, los matrimonios se juzgan no sólo por la crianza de sus hijos sino que también se confrontan y ponen a prueba sus escalas de valores, donde cada uno de ellos acaloradamente querrá tener la razón.

A través de una dramaturgia veloz e inteligente, las dos parejas se disparan sus verdades y gracias a un excelente trabajo de adaptación del texto, podemos ver cómo calza perfectamente a nuestra esencia argentina (la versión original es catalana), nuestro estigma de ser mentirosos, tramposos, oportunistas, elusores, cultores de la  “viveza criolla”, rasgos que pareciera llevamos impresos en nuestro ADN y hasta con cierto orgullo.

Si bien en “LAPONIA” el texto, la dialéctica y la confrontación de ideas en un sostenido contrapunto de esgrima verbal es uno de los puntos fuertes, también es necesario contar con el trabajo de cuatro protagonistas totalmente en sintonía para que el timing de comedia no se pierda aún en los momentos en donde se disparan las verdades más duras.

Clemente y Angelet logran buscarle una vuelta de tuerca más a la típica comedia agridulce en donde los protagonistas catárticamente se desafían a sacarse las máscaras y en ese sentido Laura Oliva como Mónica logra defender a capa y espada el derecho que tiene su hijo (y ella misma) de seguir creyendo en la magia y de seguir soñando –sus argumentaciones acaloradas, jugando con todos los límites, son los puntos más aplaudidos de la obra-, mientras que Olavi sostiene fuertemente una condena a la mentira y el engaño planteando un fuerte choque cultural ineludible.

Jorge Suárez dota a Olavi de un tono soberbio e imperativo pero al mismo tiempo es un personaje querible y que de tan rígido, termina siendo profundamente vulnerable, sobre todo tras un giro argumental que aparece sobre el final de la obra en donde queda al desnudo su inconsistencia entre su decir y su hacer, donde se evidencia que más allá de cualquier idiosincrasia, en ciertas batallas morales termina ganando la condición humana, esa que nos iguala y arrasa con todas las diferencias: los contrapuntos con Oliva son sencillamente magistrales y se percibe su disfrute en escena.

Los personajes de sus parejas están a cargo de Paula Ransenberg como Ana y Héctor Díaz como Germán, también con trabajos brillantes y que armonizan perfectamente dentro de este cuarteto de interpretaciones notables para un texto que debajo de su tono de comedia, esconde situaciones complejas y profundas sobre dos formas de ver el mundo, la ingenuidad frente a la razón y la apuesta a la posibilidad de seguir soñando.

Valente genera una vez más una puesta plena de humor,  como vehículo ideal para llegar a reconocernos en nuestra esencia. Su teatro transforma lo trivial en profundo, invita siempre a la reflexión y potencia, sobre todo, esa poesía esperanzadora que encierra “LAPONIA” sobre la necesidad de que siga existiendo la magia y la ilusión en nuestras vidas.

“LAPONIA”

De Cristina Clemente y Marc Angelet

Dirección: Nelson Valente

Con Jorge Suárez / Laura Oliva / Héctor Díaz y Paula Ransenberg

TEATRO PICADERO – Pje Enrique Santos Discépolo 1857 – CABA

Viernes y Sábados 22.15 – Domingos 20.30 hs.

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