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Por Marcelo Cafferata

Nosotros nunca moriremos: Avance del film dirigido por Eduardo Crespo

El cine ha trabajado en reiteradas oportunidades la profunda fractura que produce en el núcleo familiar la pérdida de un hijo –ya sea siendo el padre el más afectado,  la madre o a ambos miembros de la pareja-.

Lo más interesante es la diversidad de trabajos que podemos encontrar sobre este tema, en donde, de acuerdo con cada uno de los autores, se ha dado tratamiento desde diferentes puntos de vista y con distintos abordajes. Así podemos citar algunos ejemplos como “La Habitación del hijo” (Nani Moretti, 2001), “El Laberinto – Rabbit Hole” (John Cameron Mitchell, 2010) o “La memoria del Agua” (Matías Bize, 2015) en donde el duelo es la figura central, ya sea desde la resignación, el dolor, la culpa o la desesperanza.

El nuevo trabajo de Eduardo Crespo (director de “Tan cerca como pueda” o “Crespo -la continuidad de la memoria-” y destacado guionista en trabajos de Santiago Loza o Iván Fund) titulado “NOSOTROS NUNCA MORIREMOS”, plantea una vez más la narrativa del duelo, pero lo hace de una forma completamente diferente.

Frente a la repentina muerte de su hijo mayor de 22 años, una madre y su hijo menor, deberán regresar a un pequeño pueblo de la provincia de Entre Ríos para realizar todos los trámites vinculados con este hecho: reconocer el cadáver, recoger sus pertenencias u ocuparse de su sepelio, además de indagar sobre las causas que produjeron el fallecimiento.

Crespo, co-autor del guion junto con Santiago Loza y Lionel Braverman, intenta (re)construir la figura de ese hijo recientemente perdido, proponiendo al espectador y también a los protagonistas, el armado de un delicado rompecabezas en el que las piezas van apareciendo poco a poco, a medida que avanza el filme.

Durante la primera parte, el testimonio de las personas que estuvieron vinculados en el último tiempo con el joven fallecido ayudará a dar forma a su retrato, tanto a través de sus recuerdos como de las últimas vivencias. Aparecerá también, otra forma de acercamiento: sus pertenencias, que son las que condensan, ya  sea en un sobre o en un casillero de locker de su último trabajo, fragmentos y detalles que van rearmando su presencia.

A través de esos objetos y esas voces podremos ir acercándonos a las potenciales causas de la muerte: ¿Fue uno de sus ataques de epilepsia? ¿Fue un accidente? ¿Fue un suicidio con esa ingesta masiva de fármacos, de la que se habla en la morgue? El guion prefiere sembrar indecisiones que aportar concreciones y certezas y justamente en esos repliegues, en esas dudas,  es justamente donde “NOSOTROS NUNCA MORIREMOS” va ganando cuerpo para narrar ese proceso de duelo que inunda de incertidumbre al desasosiego de esa madre frente a la pérdida.

Pero Crespo no se detiene específicamente en el dolor de la madre sino que propone una doble referencia cuando elige relatar el tránsito que realizan los dos personajes, sin darle mayor preponderancia a uno de ellos por sobre el otro.

Por un lado, la madre irá rearmándose a través de los vínculos que va encontrando en la figura del empleador, de los compañeros de trabajo, de los amigos y de la pareja de su hijo.

Pero también se toma el tiempo para ver cómo el hermano menor sufre ese proceso de madurar y crecer de golpe, presentándonos las aristas de un relato coming of age  -en ese tránsito tan particular al final de la adolescencia y el inicio de la juventud-, marcado por un hecho tan significativo que tiñe todo de desolación, miedo e inseguridad.

También será la oportunidad para que el guion plantee, frente  a este encuentro cercano con la muerte, cuál es el sentido que le dará cada uno de los personajes: ¿la muerte es ese final definitivo que nos enfrenta al mismo tiempo con la negrura, el silencio y la calma? ó ¿hay una esperanza de reencuentro con los seres queridos en ese territorio desconocido del más allá?

NOSOTROS NUNCA MORIREMOS” cuenta además con el protagónico de Romina Escobar (a quien conocemos por la película de Santiago Loza “Breve historia del Planeta Verde” por la que fue premiada en el Festival de Berlín y por su importante participación en la tira “Pequeña Victoria”) quien construye su personaje con una sensibilidad excepcional, dotándolo de un rictus de tristeza y desasosiego que va in crescendo a medida que avanza la historia hasta llegar a una escena consagratoria, de un llanto desconsolado a campo abierto, liberando el dolor y la angustia contenidos.

La precisión de la puesta en escena de Crespo, se completa además con el exquisito trabajo de fotografía de Inés Duacastella y la melancólica banda de sonido de Diego Vainer que acompaña el íntimo proceso de los personajes.

POR QUE SI:

» Delicado rompecabezas en el que las piezas van apareciendo poco a poco «

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