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Por Gretel Suárez

Opera prima de la escritora argentina Mara Pescio y protagonizada por Miss Bolivia, una historia que hace foco en un universo completamente femenino donde se desarrolla, principalmente, una de las tantas formas de maternar exhibiendo en cada fotograma el desvanecimiento del “deber ser”.

Simone de Beauvoir fue una de las primeras feministas en señalar a la maternidad como una atadura para nosotras pues anula e impide la existencia y la trascendencia social de la mujer; y pareciera ser que Pescio también pone en cuestionamiento la construcción alrededor de la identificación de que la mujer equivale a ser madre.

Resulta que Julia (Miss Bolivia) es una mujer argentina, de aproximadamente 40 años, que se “gana la vida” en Brasil cantando en bares y cantinas a la que pareciera no irle muy bien económicamente. Un fin de semana cruza la frontera hacia Argentina con su auto y regresa a su ciudad natal y al barrio del que se alejó tras el deseo de grabar un disco.

Su entorno parece ser hostil, pues ella se mueve a escondidas, como pidiendo permiso por los lugares que alguna vez fueron suyos… pero no.

Parte de su regreso se debe a que tiene que firmar una autorización legal para que su hija se mude con su padre a Paraguay, pero de alguna manera Julia Madre no sabe como acercarse a Clara Hija (Irina Misisco) después de tantos años de ausencias. Esta danza vincular entre ellas será lo que irá deconstruyendo el famoso concepto de instinto maternal; ese supuesto amor espontaneo e incondicional que surge de toda mujer hacia sus hijxs y que crea además la obligación de ser ante todo madres haciendo caer (hermosamente) la vieja idea patriarcal de que toda mujer es madre en potencia, en deseo y necesidad. Incluso estableciendo una fractura social desde la mirada del otrx (representada en les vecinxs) de que las que no manifiesten cualidades maternales serán sospechosas como mujeres y como “personas de bien”.

¿Por qué si?

Porque Mara Pescio entendió que no hace falta hablar de formas de maternar para hablar de formas de maternar y eso hace que la película trascienda, más allá de cualquier tecnicismo, emergiendo las miradas que sí nos identifican en el cine con perspectiva de género.

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