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Por Marcelo Cafferata

Llega a HBO la segunda temporada de una serie que bucea en el mundo femenino con delicadeza, humor, desparpajo y sensibilidad. Al frente de un equipo mayoritariamente femenino –los capítulos de la segunda temporada están todo dirigidos por directoras mujeres- Leticia Dolera se desdobla en su triple rol de directora, coguionista y protagonista de la serie, en la piel de María: la acompañan en sus desventuras, la eléctrica Aixa Villagrán como su hermana y Celia Freijero como su mejor amiga Cris.

Lo que más impactó de la primera temporada fue la naturalidad con la que el guion rompió con ciertos estereotipos y se animó a poner la lupa en estas mujeres de casi 40 con un humor agridulce y abordando temas que no son tan frecuentes en este tipo de propuestas. Se sumó además una mirada actual, local –sin que caiga en una imitación al formato de series americano- y libre de prejuicios.  Así es como la sexualidad, los vínculos amorosos, los lazos familiares, la diversidad y el devenir de la vida profesional son tratados con suma rigurosidad pero con una mirada desacartonada e inteligente y un tono que les quita solemnidad.

Si en la primera temporada los guionistas ponían el foco en el tema de la sexualidad y los mandatos que pesan en el inconsciente colectivo sobre el rol de la mujer, la maternidad y el famoso reloj biológico, en esta segunda entrega –con seis capítulos de media hora que se consumen en una pequeña y deliciosa maratón- profundizarán sobre todo lo anterior sumando los mandatos de crianza y la mirada familiar de personajes en búsqueda de aceptación de un nuevo lugar y un nuevo deseo.

VIDA PERFECTA”, título profundamente irónico si los hay, demuele esa idea mágica de la maternidad como uno de los momentos ideales y colmados de felicidad: lo llena de incertidumbre, dudas, malhumor y  desapego porque María es una mamá que no está contenta con la idea de ser mamá, pero que lucha con sus instintos y sus propias contradicciones.

Nuevamente el plus de la dramaturgia de Dolera y  Manuel Burque (su coguionista) es dar en el clavo con esa mezcla agridulce tan difícil de lograr, de jugar en el borde, de atreverse y correr riesgos con temáticas difíciles. Ganan con su  espontaneidad y con el aire liviano que le imprimen a situaciones dramáticas, siempre con una salida que roce con el humor y reflejando momentos cotidianos en donde todos podemos vernos reflejados de una y otra manera.

Las tres protagonistas tienen un fuerte proceso de búsqueda interior y así como María lo vive con su maternidad, Esther comienza una relación formal con una pareja que contrapone una estructura y cierta organización para su vida descontrolada y la enfrenta a un nuevo proyecto de vida con un pedido de matrimonio que la posiciona en un lugar completamente diferente.

Por su parte, Cris atraviesa una crisis con su marido: lo que inicia en el primer capítulo como un juego, yendo a un club donde abrirán la posibilidad de un  intercambio de parejas, abre a la posibilidad de combatir la rutina, volver a contactar con el deseo a reformular la pareja y encontrarle un nuevo sentido, después de tantos años juntos.

Parece una frase hecha y desgastada pero indudablemente lo que logra “VIDA PERFECTA” son esos momentos donde puede verse “como la vida misma” y esa simpleza y ese humor que recorre todos los capítulos hacen que se posicione como una de las series que despliega una mirada femenina sin panfletos, sin sermones, sin juzgamientos y con la libertad de un guion fresco y auténtico en dónde reflexionar.

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