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Por Rolando Gallego

La fiesta del cine andino continúa con una cuidada selección de propuestas que revelan el costado más feroz de vivir en la montaña. Entre las destacadas realizaciones se despega una mirada potente sobre la problemática.

Entrecerros

La ópera prima de Leonardo Cauteruccio propone un viaje hacia la comunidad diaguita calchaquí de Amaicha del Valle, en Tucumán, en donde salir del lugar es la condición para avanzar en proyectos personales.

Cauteruccio detiene su mirada en Mirta, una mujer que se presenta como una devota que desea convertirse en monja para continuar con su vida, pero también la reposa en Rubén, un joven docente que sabe que su futuro no está ahí, está en otro lado.

La cámara revisa el espacio, se calma cuando una conversación entre los protagonistas con su entorno despierta curiosidad, y así, lentamente, construye un interesante fresco sobre la imperiosa necesidad de cumplir los deseos sin postergaciones.

Entrecerros opta por la construcción de personajes y espacios con observación y detenimiento, pero también con convicción y solidaridad hacia quienes refleja, despertando, inmediatamente una reflexión sobre la identidad y la cultura, que en el desarraigo, va perdiendo su fuerza y su importancia.

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