Por Marcelo Cafferata
Fer Casals y Valeria Massimino incursionan nuevamente en el terreno del documental, abandonando los retratos personales como lo habían hecho en la brillante “Rita, la salvaje” y la conmovedora “Braschi TV Color” para adentrarse en un relato más coral que tiene como marco a la ciudad de Nueva York en plena pandemia.
Con algún tinte de proceso de investigación, Casals y Massimino arrancan en Union Square con la ferocidad del discurso que intentan imponer los antivacunas y sus miradas extremas. De los gritos y el bullicio del enfrentamiento entre los observantes del barbijo y los rebeldes que no quieren respetar ninguna regla, la cámara comienza a recorrer una ciudad completamente desolada, con algunos planos que son realmente bellos en ese silencio que atraviesa las calles que en cualquier otro momento estarían atestadas de gente.
En ese silencio, hay algo de devastación pero el ojo de los documentalistas encuentra justamente poesía: las imágenes son potentes y bellas y abren una ventana para comenzar a explorar el fenónemo del COVID (que para muchos ya parece ser una anécdota del pasado) con sus cifras y testimonios alarmantes que se centran no sólo en la cantidad de muertos y las historias de pérdidas de familiares cercanos, sino también del impacto que ha provocado en forma directa, en la economía regional y mundial.
Trece testimonios cuentan en primera persona cómo ha afectado la pandemia en sus vidas. Casals y Massimino intentan poner el foco en la comunidad latina bajo los datos que ha sido el grupo etario que ha tenido una mayor tasa de mortalidad en este lapso, duplicando a la de los neoyorquinos blancos, acentuando las diferencias que siempre aparecen como obvias pero que se intentan minimizar.
Entre el caleidoscopio de historias elegidos hay lugar para las situaciones más dramáticas en donde el miedo aparece presente y todo queda entrampado en una situación económica endeble y de alta vulnerabilidad (mientras las clases más altas se mudaban a Miami para vivir la pandemia de otra manera), y también para aquellas historias en donde los protagonistas hablan de reinventarse o que encontraron cierta paz fuera de la vida estresante de la gran manzana cuando encontraron refugio en el home office que vino para quedarse.
La cámara logra estar en el lugar preciso y en el momento preciso –incluso aparecen fragmentos de las noticias donde se hablan de fosas comunes frente a las muertes globales, la falta de trabajo como factor desencadenante-, para dejar testimonio de lo acontecido, ser testigo de todo lo vivido, que es una forma de poder contar la historia y sentar registro de algo que ha sucedido muy recientemente y que por esas cosas raras que tiene el tiempo y nuestra propia percepción, parece haber sucedido hace mucho tiempo atrás.
“IF YOU DON’T WANNA KNOW, GO AWAY” nos permite comenzar a entender un mundo Nuevo, diferente a todo lo conocido en un hecho de proporcionales mundiales que nos enfrentó a la fragilidad, la angustia y el desamparo.