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Por Marcelo Cafferata

La protagonista excluyente de la ópera prima de Clara Cullen es precisamente la “MANUELA” a la que alude el título. Para quienes la hayan visto en recientes roles televisivos, ponerse en la piel de Manuela, permite ver la enorme transformación de Bárbara Lombardo (“Badur Hogar”, “El asaltante”) en un personaje que la presenta sin maquillaje, en todas las acepciones de la palabra.

Manuela, quien sólo cuenta con una visa de turista como inmigrante en Estados Unidos, consigue empleo como niñera de Alma dado que su madre trabaja tiempo completo y en muchos casos emprende viajes de negocios. Ambas son madres aunque por motivos bien diferentes y con clases sociales marcadamente opuestas, no pueden compartir plenamente la crianza de sus hijas, un juego de espejos que Cullen aprovecha al máximo, para poder internarse en las distintas miradas frente a la maternidad, tanto la propia como la de otras mujeres.

El personaje de Manuela se construye a partir de algunas situaciones de su vida privada, su vínculo con su empleadora pero por sobre todo, el vínculo que va creciendo con Alma. De su vida privada tendremos algunos datos: la comunicación con su madre, la dificultad de comunicarse por su propia hija por la diferencia horaria Buenos Aires – Los Ángeles y la preocupación por enviar algunas divisas para la crianza de su hija.

El vínculo con su empleadora se presenta como distante, frio, pero con una valoración de su trabajo, validación que muchas veces llega a través de una cámara que está instalada para comunicarse desde el exterior (¿o controlar?) cuando ella se ausenta. Mientras que la relación con Alma que en los primeros encuentros parece compleja frente a los desplantes y caprichos de la pequeña, se va resolviendo favorablemente gracias a la forma en que Manuela va abordando el cotidiano, ganando la confianza y la complicidad necesaria para una crianza amorosa y de contención, donde Manuela vuelca todo lo que potencialmente quisiera vivir con su propia hija.

La propia directora y guionista confiesa que “MANUELA” toma elementos de su propia biografía y justamente tomó el nombre y la figura de aquella persona que la ha acompañado durante toda su infancia y con la que ha tenido un vínculo muy estrecho dado que, en una estructura familiar en la que tanto su padre como su madre permanecían mucho tiempo fuera del hogar por trabajo, la figura de Manuela ha sido clave en su niñez y en su crianza.

Habiendo trabajado cineastas como Spike Lee o Herzog, Cullen dice que ha tomado de ellos esa voluntad de abrir puertas que suelen estar cerradas, sin seguir las reglas tradicionales y utilizando la propia inventiva, para presentar nuevas temáticas en la pantalla, como el abordaje de la elección de la maternidad en un tiempo en donde también se habla de la interrupción del embarazo.

Sobre el final, la historia da un giro completamente inesperado que deja abiertas varias preguntas y que dejan con ganas de seguir recorriendo la historia de Manuela junto a Alma.

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