Por Gretel Suárez
La Encomienda de Pablo Giorgelli | Reflejos y formas que mutan junto a luces y sombras desde una mirada tan supina como profunda… ¿serán esos ojos los de aquellxs que no pudieron lograrlo? Pues parece ser que les unicxs que visibilizan la temática de esta problemática social son lxs ahogadxs, lxs extinguidxs, lxs nadie y de ahí nace La Encomienda.
Como si su director tomara estas historias del fondo del mar y las emergiera para poner en imagen y sonido una verdad poco visibilizada en el cine desde el punto de vista de la persona sintiente y no desde lo episódico.
Pues muy lejos de mostrar un naufragio, Giorgelli pone a flote la experiencia intimista de aquellxs que batallan por supervivir en circunstancias tan extraordinarias como inhumanas.
Resulta que Pietro (Ettore D’Alessandro) es un trabajador de cubierta de un barco que se dedica al tráfico ilegal, este explota en el medio del océano y ahí se dispara una agonía inacabable de intensa necedad y padecimiento sostenida por el deseo de no morir (no aún). La puesta en escena se basa solo en sus tres personajes, con una acertada economía de diálogos, donde el cuerpo y su contexto son la clave de su dirección. Donde la cámara se amalgama al respirar constante y sonante de sus personajes haciéndonos parte de sus latidos y así enlazándonos tanto a sus sufrimientos como a sus mini conquistas.