Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Gretel Suárez

Atlas de Guadalupe Gaona e Ignacio Masllorens | Una especie de retrato documental donde lxs realizadores indagan en la vida personal y en la obra científica del neurobiólogo alemán Christofredo Jakob, quien a fines del Siglo XIX, seducido por las grandes posibilidades de poder llevar adelante sus investigaciones sobre la neurociencia, se viene a Argentina.

Esta parte de la historia se reconstruye a través de recursos fotográficos de su archivo personal y profesional acompañados de testimonios de una científica que va haciéndonos una bajada más lineal y pareja por sobre cuáles eran sus trabajos y objetos de estudio en aquellos años y que hoy parecen descansar dentro del hospital, en los sótanos de un pabellón semiabandonado que hoy lleva su nombre, en donde quedaron dispersos los restos de estas investigaciones; también, se le suma al relato una entrevista poco convencional a una nieta y bisnieta del propio Jakob, quienes expresan sus recuerdos bajo un peculiar estilo de comedia Almodovariana.

Sin embargo durante el desarrollo del retrato pareciera ser que también se intenta establecer un contrapunto entre los archivos del científico alemán y la propia observación del Zoológico, tratando de graficar la que quizás fuera la mirada (distante) de Jakob para con las personas en el análisis de sus trabajos. Cabe aclarar que el director del Zoo porteño (Clemente Onelli) fue quien le dio una oficina en ese lugar para que ejerciera sus experimentos (muy creepy todo lo que se cuenta en función de esas investigaciones) y además escribieron juntos el Atlas del cerebro de los mamíferos de la Republica Argentina: estudios anatómicos, histológicos y biológicos comparados, sobre la evolución de los hemisferios y de la corteza cerebral. Obra cumbre de la carrera de ambos personajes y que dio paso a grandes proyectos de estudios.

Lo destacable de este film son los espacios que retratan, sus elecciones de altura de cámara, recortes de planos y durabilidad de los mismos en el tiempo. Pues pareciera ser que cada rincón viene a representar un cubículo de espacio en nuestro cerebro, marcando un paralelismo con el daño que sufrimos a causa del avance del tiempo y de cómo esos recuerdos coexisten con otros entre pasados subconscientes. Planteándonos así la puesta en escena como si habitáramos el interior de una mente que intenta recuperar su memoria.

Compartir en: