Por Marcelo Cafferata
En tiempos donde es tan común hablar de sororidad (y cuyo significado muchas veces cae en el arquetipo y la banalización), la realizadora costarricense Paz Fábrega, logra poner en pantalla su verdadero significado con su último trabajo, “AURORA”, un film con una mirada femenina clara y poderosa.
Julia debe lidiar con un embarazo adolescente sin saber qué hacer, qué actitud tomar frente a esto, absolutamente sorprendida –no sabe ni cómo sucedió ni quien es el padre- sin ni siquiera poder ponerlo en palabras o tratar de buscar ayuda para no sobrellevarlo sola. Luisa, una profesora, se cruza en su camino, como un ángel enviado a contenerla, a guiarla con su calma amorosidad, a salir de su propio silencio y su propia clausura.
Fábrega trabaja delicadamente el vínculo que va fluyendo entre las dos y lo hace desde una mirada completamente despojada de sanciones morales o señalamientos. Por el contrario, sus personajes femeninos transitan la incertidumbre, los miedos, la vulnerabilidad pero también respiran independencia y libertad.
La dirección acompaña el fluir de ambas, como algo natural y armónico y aún en sus momentos de desencuentro, Fábrega abraza a sus personajes tal como Luisa lo hace con Julia. Allí, la cámara parece esfumarse, y con un sutil juego con el fuera de campo, se va volviendo invisible, para hacernos olvidar por un momento de que es ficción y sumergirnos en su mundo y en su intimidad como en la vida misa, en esos pequeños milagros que logra el cine.
AURORA
de Paz Fábrega
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