Por Marcelo Cafferata
“el fluir del río es el fluir de mi vida…”
La cámara de Benjamín Delgado y Lucía Cavallotti nos introduce en el mundo de los pescadores y más particularmente dentro de la Fiesta Nacional del Surubí en Goya, Corrientes, en donde se dan cita para la competencia, más de 3000 pescadores, entre los que se encuentra Tulio Mochi, el gran protagonista de “REFLEJO DE UN PESCADOR”.
Aún para quienes estamos completamente distantes del placer de salir a pescar y disfrutar del silencio, de los atardeceres, de la geografía y de las horas de espera en compañía de los compañeros de equipo, es tanta la pasión que despliega Tulio en cada uno de sus pensamientos y en las anécdotas que desgrana, que es absolutamente imposible no sentirse atraído por la cadencia del relato.
A medida que el documental va avanzando en sus momentos de intimidad frente al ritual de la pesca, descubrimos lo que significa esta actividad para Tulio: es indudablemente su vida. Quizás parezca una frase hecha, pero sencillamente el documental lo demuestra con creces, ser pescador para Tulio es un estilo de vida, es ver su propia vida de otra manera, experimentarla de otra forma.
Es muy conmovedora la reflexión de pensarse como pescador para toda la vida: él plantea que inclusive algunos compañeros que han tenido que dejar de pescar, jamás dejarán de ser pescadores porque ellos siguen pescando en sus recuerdos y en cada uno de sus relatos en donde vuelven a revivir esos momentos juntos.
Delgado y Cavallotti captan este universo con gran sensibilidad y hacen que sea sumamente atractivo a ojos del espectador, se meten de lleno en ese microcosmos transmitiendo perfectamente esa quietud, la serenidad, y la paz que trasuntan en las imágenes.
Para que la llama no se apague, cada pescador tendrá el compromiso interior de ir pasando esa pasión a las generaciones venideras, a los que a modo de rito de pasaje se le irán transmitiendo cada uno de los detalles para convertirse en un pescador de ley.
El dulce equilibrio que logran las secuencias se acompaña además por un hermoso trabajo de fotografía a cargo del propio Delgado, que demuestra que para entrar de lleno a un documental no hace falta trazar el retrato de una personalidad famosa, basta llegar al alma de una historia de vida y dejarse llevar.