Por Marcelo Cafferata
Algunas palabras sobre dos de los cortos ganadores del 10 FICIC.
HOMENAJE A LA OBRA DE PHILIP HENRY GOSSE
de Pablo Martín Weber
Cualquier curioso que se sumerja en Wikipedia podrá relevar que Gosse, historiador natural del Siglo XIX, trató de reconciliar en sus diarios de viaje, sus investigaciones y el mundo del reino animal los dos aspectos más fuertes que habitaban en su mundo: la religiosidad y la ciencia.
Con una estética deslumbrante –particularmente en la primera parte donde hay variadas imágenes del universo submarino y el fondo del mar, con una fotografía exquisita que hace recordar al documental ganador del Oscar “Mi maestro, el pulpo”- la voz en off que va recorriendo el relato, va desde la pasión que sentía Gosse por los corales, las preguntas difíciles de resolver sobre la creación divina versus el mundo del conocimiento (y de ahí el estrecho vínculo de Gosse con las teorías darwinianas) la pasión por el conocimiento, para entretejer ciertas hipótesis y derivar en la homologación de los fósiles a un tiempo pasado, ulterior, a una densidad temporal que conlleva a reflexiones filosóficas y políticas en un diálogo sumamente lúdico con los archivos fílmicos.
De esta forma archivos audiovisuales y fósiles entablan un diálogo creativo y artístico ideado por Weber en una fórmula experimental, coqueteando con algoritmos que no hacen otra cosa que preguntarse sobre el futuro del cine y, de alguna forma, sobre nuestro propio futuro donde las inteligencias artificiales, formarán parte de nuestro cotidiano.
OTACUSTAS
de Mercedes Gaviria Jaramillo
Así como el corto de Weber se sumerge en el mundo de la ciencia y a partir de ello reflexiona sobre los algoritmos y el futuro, Mercedes Gaviria Jaramillo toma una pintura y detalles del arte plástico muy particulares sobre los que pone el foco para entablar un diálogo personal reflexivo acerca del sonido y del silencio.
Los objetos cotidianos que forman parte de su universo personal van colaborando con la construcción de ese ritmo de indagación que viene a cuento del título, “OTACUSTAS”, palabra ya caída en desuso sobre quienes espían o escuchan o llevan y traen ciertas habladurías de un lado a otro.
El ruido, el silencio, la palabra, las imágenes van estableciendo una red que la directora va impregnando con un particular clima en el que el espectador se va sumergiendo, dejándose llevar por la belleza de las imágenes y la fuerza de las palabras.