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Por Marcelo Cafferata

Federico Sosa inicia su carrera con un interesante documental como ha sido “Contra Paraguay”, para pasar luego a “Yo sé lo que envenena” y finalmente entregarnos una de las comedias más deliciosas de la temporada 2018, “Tampoco Tan Grandes” con una impresionante química entre la pareja protagónica de Paula Reca y Andrés Ciavaglia y participación de Miguel Ángel Solá.

Se estrena esta semana su cuarto largometraje, “TOMANDO ESTADO” y en principio hay dos cosas que sorprenden positivamente. Primero, la versatilidad que presenta Sosa como director para abordar en cada una de sus realizaciones, una nueva temática y entregarse a las reglas y las diferentes estructuras propias de cada género, y luego, la posibilidad de volver a instalar en el cine nacional un espíritu marcadamente costumbrista.

Después de un estilo que fue instalándose sobre todo en algunas producciones televisivas -tanto en los formatos de novela como en las comedias románticas que básicamente conforman las tiras diarias- y también ha formado parte de determinados filmes nacionales, el costumbrismo se fue instalando pero con un “estilo Polka” (re)definiendo su significado.

Lo interesante de “TOMANDO ESTADO” es que la propuesta costumbrista retoma la vuelta a las fuentes y abreva del cine de Fernando Ayala y de Aristarain en donde la descripción de la cotidianeidad del pueblo y las pinceladas con las que se van pintando a todos sus protagonistas, se encontraba marcado por una ética y ciertos valores que se van transluciendo en cada uno de los actos. Así, de cierta manera, flota sobre el ambiente de este pueblo descripto por Sosa, cierto aire de “Tiempo de Revancha”, de “El Arreglo” o inclusive, de “Plata Dulce” no tanto por la temática abordada sino por la precisión con la que se van delineando las características más salientes de cada uno de los personajes.

El escenario que se despliega es un pueblo del interior de nuestro país en plena crisis de 2001 con los ecos de un país que poco a poco comenzaba a quebrarse económicamente y que pone nuevamente en juego los valores éticos, los principios  rectores que mueven a cada uno de los personajes que se verán atravesados por temáticas comprometidas como los derechos laborales, las fuentes de trabajo que comienzan a peligrar, al sentimiento de trabajo dentro de una Cooperativa, los pensamientos políticos que comienzan a intervenir en la cotidianeidad y, dando marco a este contexto, las noticias que comienzan a llegar desde los noticieros donde los medios y las pantallas televisivas marcan una y otra vez la lectura de los sucesos.

Carlos y Nicola trabajan juntos para la compañía eléctrica y forman parte de un grupo de trabajadores que recorren en sus camionetas las rutas, tendiendo cables de electricidad y controlando los robos que cada vez comienzan a hacerse más frecuentes.

De alguna manera es un tiempo de cambios, de puntos de inflexión, tanto para el novato como para el más experimentado: mientras Carlos (Germán de Silva) lleva consigo su pasado de militancia que comienza a cobrar otro sentido frente al quiebre social, Nicola (Sergio Podeley) encuentra en la llegada de una estudiante de Buenos Aires a la radio local, otra manera de comprender las relaciones, el amor y despierta su pensamiento dormido –sobre todo con un potente texto de Saccomanno del que se cita su “Cámara Gessell” junto con otros textos de José Pablo Feinmann que aparecen en la radio- y lo inunda un aire de renovación.

Si bien se pueden reprochar algunas concesiones en el guion, que peca de explicitar demasiado textualmente algunas situaciones y marca en forma particular algunos textos que no merecieran ese subrayado, la mayoría de las situaciones de “TOMANDO ESTADO” respiran espontaneidad.

Y esto se logra, no sólo por el planteo que hace Sosa, abordando un retrato preciso y profundo de la época, sino sobre todo por las actuaciones de Germán de Silva, un acertado Podeley, la frescura de Verónica Gerez y las precisas participaciones de Elvira Onetto, Emilio Bardi y Pasta Dioguardi, destacando particularmente la fuerza que gana una escena en donde Carlos vuelve a reencontrarse con su grupo de amigos de otros tiempos.

Basta sólo esa pequeña escena, una rueda de amigos en la mesa de un bar, para que vuelvan a florecer los pensamientos políticos,  la idiosincrasia, el temperamento, la moral y los valores que sostienen cada uno de ellos, escena a la que Federico Sosa sabe sacarle provecho, así como también sabe reflejar perfectamente ese universo de sensaciones encontradas donde la esperanza, el fracaso, las ganas de emigrar a otros horizontes más prósperos, la camaradería, la amistad se van entremezclando en una  paleta de argentinidad muy bien delineada.

POR QUE SI:

«La propuesta costumbrista retoma la vuelta a las fuentes y abreva del cine de Fernando Ayala y de Aristarain»

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