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Por Gretel Suárez

Luego de su exitosa premiere en Berlinale se estrena en salas argentinas El Prófugo, segundo largometraje de la directora Natalia Meta (Muerte en Buenos Aires), producido por Rei Cine y Picnic Producciones e inspirado en la novela El mal menor (1996) del escritor argentino C.E. Feiling.

Estamos frente a un thriller de terror psicológico que implanta sus códigos y herramientas desde la escena inicial. Así, conocemos a Inés (Érica Rivas) desde un plano pecho, desanclada del espacio y descubierta luego de una seguidilla de planos fragmentados de lo que pareciera ser la proyección de un film erótico sadomasoquista.

Ella, iluminada sólo por las imágenes proyectadas dentro de una sala a oscuras, pareciera hablar frente a un micrófono pero no lo sabemos a ciencia cierta, pues sus propias manos ocultan su boca, como si intentara contener sus palabras o evitar que se les escapen.

Luego, cuando nos brindan más información del cuadro comprendemos que es una actriz de doblaje y está trabajando en un estudio de grabación. Lo interesante en esta primera escena es que, con el avance del film, ese gesto de obliterar a la protagonista en su propia fuente de voz se resignificará.

De qué va? A grandes rasgos, Inés es una cantante que se gana la vida como actriz de doblaje, y luego de atravesar un episodio traumático y hitchcockiano durante unas vacaciones con su reciente pareja (Daniel Hendler), comienza a acentuarse una especie de desorden del sueño que le impide distinguir que es real de lo imaginario y viceversa.

Mientras atraviesa ese trastorno de estrés postraumático, terribles sueños, que ya le venían sucediendo en su infancia, invaden con mayor énfasis su vida cotidiana. Y si bien, ella intentará como siempre hacerles caso omiso, esta vez le será totalmente en vano, pues cuanto más niega lo que le sucede mas se le acrecientan y atormentan.

Érica Rivas enfrenta aquí un superador desafío que es el de poner en su rostro el crecimiento del dolor de una contradicción y lo consigue increíblemente. Al elenco se suman Nahuel Pérez Biscayart, Mirta Busnelli y Cecilia Roth, como la madre de Inés, quien por momentos nos muestra una faceta de perturbación nivel The visit.

La trama produce un desplazamiento tal del verosímil que introduce a le espectador en un delirium tremens en el que tampoco sabrá distinguir lo real de lo no real. De hecho, la novela El mal menor no es un relato de terror sino un relato sobre el terror y El Prófugo maneja ese tipo de sutilezas, por ello nos mantiene siempre en una extraña e inquietante tensa calma.

Hay un magnífico uso del poder del sonido. Sonido que alcanza a corporizarse para dejarse ver. Sonido que convierte a les durmientes en sonámbulxs y ya no se sabe si se está durmiendo o si alguna vez se ha conseguido. Sonido que nos expone a El Prófugo y nos introduce a un nuevo plano de conciencias sin lógicas. Nos abre fronteras y sobre todo preguntas. Es la apertura sin retorno, donde lo onírico domina y fascina con un perturbador final borrando las dualidades de los absolutos.

¿Por qué si?

Porque nos introduce a sacarle lógicas al deseo. Nos habla de un huir de la resistencia y de dejarse caer lejos de “la razón”, nos evoca a salirnos del binario, del absoluto, de la disyunción exclusiva y nos alienta a ir detrás del miedo a.

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