
Por Marcelo Cafferata

La plataforma Star+ estrenó “RELEYENDO MAFALDA” un documental de sólo cuatro episodios que propone un viaje al universo de Mafalda, la entrañable creación de Quino que ha atravesado generaciones y que forma parte indivisible de nuestras infancias y adolescencias.
Desde el nacimiento de Mafalda y la presentación de cada uno de sus amigos, hasta el impacto que la tira de Quino ha tenido en la sociedad argentina, cada uno de los detalles que aporta este trabajo documental de Lorena Muñoz (directora de trabajos documentales como “Los Próximos pasados” o “Yo no sé qué me han hecho tus ojos” o de las ficciones biográficas de “Gilda” y “El Potro: lo mejor del amor”) hace entender las claves del éxito de una tira que ha recorrido el mundo, habiendo retratado como casi nadie lo ha hecho, a la clase media argentina a través del cristal de una típica familia clase media.
Quino no solamente supo retratar a través de los vínculos de esta familia algunas cuestiones sociales, políticas y de coyuntura sino que además dio vida a personajes que dotó de un decir que, para el momento en que apareció la tira, era completamente vanguardista, adelantado a su época e inclusive coqueteando peligrosamente con lo que el régimen militar no admitía que fuese dicho y que sus criaturas lograron poner en palabras como el famoso “palito de abollar ideologías” con el que el mundo de Mafalda hablaba de represiones policiales y una sociedad bajo la lupa de los momentos previos a la reciente dictadura.
Lo que nació como una historieta publicitaria para promocionar los electrodomésticos Mansfield, debe su nombre a un personaje de la película “Dar la cara” de José Martínez Suárez que guardaba en su nombre un cierto tono de anagrama con la marca que impulsaba esa campaña publicitaria.
Así fue como la banda de amigos liderada por una niña completamente transgresora, incómoda, “políticamente incorrecta”, preguntona y con un mensaje fuertemente disruptivo para la época, se fue instalando y ya forma parte innegable del inconsciente colectivo nacional.
Al material de archivo, fotos, dibujos y las ilustraciones de las propias viñetas se suman las voces de los dibujantes más famosos y renombrados del ámbito nacional e internacional para dar tributo a un creado tan inigualable como Quino. Darán testimonio, entre otros, Rep, Tute, Maitena, el chileno Montt, Liniers, el mejicano Kemchs y las tiras leídas por actrices, actores, deportistas, escritores, conductores y periodistas, junto con sus editores en Ediciones de la Flor, a los que se dan cita y se suman Cecilia Roth, Manu Ginóbili, Gabriela Sabatini, Rodrigo Fresán, Julieta Zylberberg, Santiago Segura, Nancy Dupláa, Andrés Parra, Miguel Ángel Rodríguez, Juan Sasturain, Darío Barassi o Agustín “Rada” Aristarán, entre otros, demostrando que no solamente estos personajes han atravesado generaciones sino que han recorrido el mundo entero.
La pluma de Quino ha sabido dibujar una sonrisa al final de cada tira mientras trataba temas sociales profundos e imponía una nueva mirada de la figura femenina y el rol de la mujer, siendo uno de los primeros artistas que puede decirse que instaló masivamente una mirada feminista, habló del trabajo doméstico y de las frustraciones y exigencias del mundo femenino a través del personaje de la madre de Mafalda, en contraposición con otras figuras femeninas, como la madre de Libertad (la primer madre profesional que aparece en la tira con ciertas particularidad del estereotipo intelectual y “progre” setentoso).
Así como Mafalda era pura realidad con una mirada con los pies en la tierra su voz moralizadora, dentro del grupo de amigos aparecen Felipe con su temperamento soñador, Manolito como representante de los inmigrantes españoles y con un modelo de empresario en miniatura con el que Quino pudo comenzar a marcar algunas diferencias sociales, Guille como representante de las nuevas generaciones y Susanita, con su mirada antagónica con Mafalda, representante de un arquetipo femenino tradicional con el que Quino se permite ciertas licencias y contrapuntos y pone en tensión algunas posturas más conservadoras.
Mafalda fue también el espacio de crítica social, del planteo de las diferencias sociales, de representación de la clase media con sus vacaciones, su espíritu de progreso capitalista con los electrodomésticos y los autos, las aspiraciones de clase y las afinidades intelectuales. Toda esa sabiduría concentrada en esos dibujos que reflejaban tan exactamente todo el sentir y el pensar de una época que tiene, inclusive, una total vigencia en nuestros días donde el globo terráqueo sigue tan enfermo y complicado como en aquellos momentos en que Quino le prestó su pluma.
Con una mirada completamente humanizada y amorosa a Quino como persona y personaje, Lorena Muñoz despliega toda la relectura de un mito en sólo cuatro deliciosos capítulos de media hora que se ven completamente de un tirón y que nos dejan con ganas de mucho, muchísimo más.