
Por Marcelo Cafferata

Si bien el mundo del teatro y su dramaturgia se apoyan fuertemente en la potencia de las palabras, no son muchas las obras que específicamente se detienen en ese coqueteo que puede establecerse con el lenguaje. Un hombre con una máquina de escribir, arranca este juego con el sentido, la fuerza, la precisión y la plasticidad que tienen cada una de las palabras que decide elegir. Es así como “LA LENGUA ES UN MÚSCULO, PERO EL LENGUAJE ES UN VIRUS” se apoya en la reconocida frase de William Burroughs para contar la historia del protagonista, un hombre dedicado a finalizar su tesis con la única compañía de un loro y con un torrente de figuras de estilo entramadas en las paredes de su habitación, que irá utilizando para demostrar, que más allá de lo lúdico de la propuesta, hay en el texto escrito por Gabriel Wolf y Diego Carreño un profundo amor y conocimiento del lenguaje.
La idea de este hombre encerrado en su mundo de voces y terminología tratando de finalizar una tesis que hace 24 años lo tiene atrapado en ese proceso de escritura, parte de esta idea de Wolf y Carreño que se basa en los posteos que hacía Wolf en Facebook tomando con mucho humor los usos cotidianos del lenguaje. Con ese mismo humor, inteligencia, ironía y un profundo conocimiento de las figuras de estilo, hay asociaciones libres, palabras mal acentuadas o mal pronunciadas que dan completamente otro sentido a la frase, juegos de palabras permanentes, cacofonías, metáforas y figuras mucho más complejas que gracias al histrionismo y la ductilidad de Carreño (al frente de una interpretación realmente deslumbrante) suenan simples aunque encierran un complejo mecanismo de construcción del texto de la obra.
Carreño sabe llevar perfectamente el pulso de la obra, cambiando de personajes e introduciendo varios planos que se presentan al mismo tiempo, los que gracias a su histrionismo, ganan potencia. Su interpretación, la degustación del lenguaje y de cada una de las palabras elegidas, las pausas, los silencios, los gestos cómplices con el público (que tiene su punto máximo cuando traduce corporalmente algunas frases buscando su sentido más literal) hace que esta experiencia sea única.
Quizás no se pueda poner justamente en palabras, el viaje que la obra propone. Es una experiencia netamente vivencial en el sentido que cada palabra y cada figura de estilo propondrá en cada espectador un juego único e intransferible que va desde las palabras más elaboradas hasta la simpleza del lenguaje cotidiano. Cada palabra dispara diferentes sensaciones que van desde el humor al disparate, de la precisión a la reflexión, pasando por las sonrisas, las carcajadas y las emociones que se complementan con una idea indefinida de espacio y de tiempo, que potencia mucho más la propuesta de poner la atención sólo en la palabra sin que existan mayores referencias que la flexibilidad de nuestro lenguaje.
Inclusive, el poder de la palabra les sirve a los autores para reírse del propio lenguaje y sobre todo de los temas de la lengua que se rigen por las modas (como sucede hoy en algunos ámbitos con el lenguaje inclusivo), usando el humor para una postura (auto)crítica y reflexiva de algunos de los fenómenos actuales, mostrados a través de un personaje totalmente contrapuesto a los avances tecnológicos.
“LA LENGUA ES UN MÚSCULO, PERO EL LENGUAJE ES UN VIRUS” se apoya no solamente en un gran trabajo de Diego Carreño que a través de algo más de una hora sigue un ritmo trepidante que no da respiro sino que además presenta una propuesta completamente creativa que permite la sorpresa del espectador a medida que avanza una historia llena de palabras, significados y significantes. Una excelente oportunidad para valorar la riqueza de nuestra lengua y entrar en un juego absolutamente literario a través de la magia del teatro.
LA LENGUA ES UN MÚSCULO, PERO EL LENGUAJE ES UN VIRUS
Dirección: Gabriel Wolf
Interpretación: Diego Carreño
Dramaturgia de Gabriel Wolf y Diego Carreño
Diseño de arte: Analía Cristina Morales
EL CAMARIN DE LAS MUSAS – Mario Bravo 960 – Viernes a las 22