Por Macercelo Cafferata
Presentado recientemente en el Festival Internacional de Mar del Plata, el nuevo trabajo de Nicolás Prividera (“M” y “Tierra de los padres”) bucea en la relación filial padre-hijo desde un lugar muy particular.
La memoria, el olvido, los recuerdos y la rememoración –entre los que el director establece una importante diferencia entre lo involuntario y lo buscado- van entramando la historia de un padre con Alzheimer y un hijo que titánicamente intenta reconstruir el recuerdo de su madre desaparecida durante la dictadura militar, una tarea casi tan compleja como reparar el complejo vínculo entre ellos.
“Siempre es otro el que nos mira desde el pasado” y la mirada reflexiva de Prividera ahondando en lo familiar y lo social –micro y macro mundos que hacen intersecciones-, va construyendo un documental con un estilo propio, personal y completamente desapegado a cualquier estructura convencional.
El proceso de escritura, las fotos, alguna filmación casera y la propia película que se está gestando quedarán como huellas, marcas, registros de un tiempo, como una implacable herramienta para vencer al olvido.
Todo lo explorado se potencia y se completa cuando se entrelaza lo familiar con la reciente historia de nuestro país: con reconstrucción de los noticieros de la época se pone también el foco a lo cíclico de nuestra historia, donde haber olvidado ciertos hechos del pasado nos ha llevado a repetir errores. Y ese será el punto desde donde traza la propuesta de “no olvidar la violencia del olvido” y justamente rememorar nuestra propia historia para poder pararnos desde otro punto de vista, donde lo sucedido sea el motor del cambio.
Más allá de un registro extremadamente intelectual que por momentos ganaría más cuerpo en un terreno literario que cinematográfico, Prividera atraviesa diversos estados con una voz en off que nos va conduciendo a momentos emotivos, reflexivos, otros de gran sensibilidad y algunos de fuerte referencia ideológica, donde tanto la cámara como el director eligen qué mostrar y qué dejar por fuera para la construcción propia de cada espectador.
El cine como fuente de construcción de un recuerdo, como testimonio y “prueba de vida” se conjuga con tantos otros elementos que van construyendo en “ADIOS A LA MEMORIA” un ensayo sobre el recuerdo y el olvido, sobre nuestra historia y lo que llevamos en marcado en nuestra propia piel que se irá transmitiendo a futuras generaciones.