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Por Marcelo Cafferata.

El relato abre con una voz en off – la misma que junta a ciertas otras voces irá recorriendo toda la película- recordando el momento contundente e irreversible de una muerte. Fue el 28 de Mayo de 2015 cuando “SILVIA”, madre de la directora y absoluta protagonista de este trabajo documental, cae desplomada en la calle y con esta muerte repentina que lo  desequilibra todo, se cierra una historia de profundo dolor familiar. O en realidad, se abre…

A través de recuperar el material filmado por la propia Silvia con su marido (esos videos domésticos en donde dejan registrados su primer aniversario, el crecimiento de sus hijas, situaciones cotidianas, festejos, reuniones y hechos trascendentes de la vida familiar), sus tres hijas intentarán recorrer nuevamente la historia de amor entre sus padres y entretejer recuerdos, aportando, cada una de ellas, la parte de la historia que particularmente recuerden para completar, de esta manera,  un rompecabezas que se presenta como uno no muy sencillo de armar.

Una historia dolorosa y compleja que la directora, María Silvia Esteve, propone en una narración en varios planos: como diferentes capas que se van superponiendo para dejar traslucir un entramado familiar en donde coexistieron el amor, la conveniencia, la locura, los maltratos y las relaciones patológicas que datan incluso del propio seno familiar en la niñez de Silvia.

Aquí es donde justamente el juego de la homonimia entre la madre y la hija, permite provocar ese efecto Droste –ese bucle de ventanas, una dentro de otra, hacia el infinito- representado en esta historia de repeticiones que se transmite de generación en generación y que esta última, representada por las tres hermanas, parece estar dispuesta a analizar, trascender y dejar atrás, mediante ese aire catártico por el que también transita “SILVIA”.

El diálogo constante entre el pasado y el presente, entre los recuerdos y los relatos de niñez, ese viaje al centro de sus historias que parece provenir inclusive de generaciones anteriores –representadas en la figura de Leda, la madre de Silvia- y el impacto que provoca aún en el aquí y ahora, es el magma enriquecedor con el que Esteve va trabajando laboriosamente el pesar y el desconsuelo de varias mujeres dentro de este clan en el que la confusión frecuente entre víctimas y victimarios, instaló el dolor y el desconcierto en el alma familiar.

Aparecen la culpa, el olvido, los secretos, las vivencias en el exilio y sobre todo, ese pedido de Silvia que se transforma casi en una súplica, de que la quieran, que no la olviden, “mendigando” ese amor filial que parece no haber existido en su hogar natal, reemplazado por una historia de anfetaminas, alcohol, desbordes y desequilibrios, que incluyen hasta anécdotas en torno a una escopeta.

Otra capa importante sobre la que trabaja Esteve es el límite hasta dónde adentrarse en la intimidad de su propia madre. ¿Cómo poder contar una historia, llegar a lo medular, a lo profundo, sin traicionar la dignidad y la memoria, sin dejar cosas sumamente privadas al descubierto?

Cada una de las hermanas, en diferentes momentos, sentirá la presencia de ese pudor, esa inhibición y esa vergüenza que se apodera de ellas e impulsa más a frenarse que a seguir avanzando en el relato. Y ahí, Esteve como directora gana la pulseada a esa Silvia hija y logra internarse en una total intimidad sin traicionar en absoluto ni su esencia ni la de la protagonista.

El registro impiadoso del paso del tiempo, del deterioro personal que sufre Silvia con el correr de los años, con el intento de sostener una relación de pareja desencontrada, desequilibrada, de un amor de juventud perdido, se va haciendo presente en esas cintas recuperadas sin necesidad de que ninguna voz en el relato, tenga que subrayar nada adicional.

En esta búsqueda introspectiva y autobiográfica, otra de las capas interesantes para el análisis es cómo cada uno de los personajes, ha vivido fragmentos de la propia historia, a los que les irán concediendo diferentes interpretaciones, diferentes miradas y es a partir de ellos, donde irán reconstruyendo los recuerdos. ¿Alguien sabe qué es lo que realmente ha sucedido? ¿Se puede contar una historia con la seguridad de tener todos los elementos a disposición? ¿Cuáles son los secretos que la propia Silvia no ha develado y ha cargado consigo que hace que nadie pueda contar con una mirada totalizadora?

Con esa idea de las diferentes hipótesis que cada hermana despliega sobre un hecho particular, “SILVIA” también habla de reconstruir la memoria, de lo olvidado, de lo desaparecido, de los límites tan tenues y tan volátiles que aparecen para separar ficción de realidad. Pareciera ser que cada una de esas miradas que aporta cada una de ellas, irá dando cuenta sólo de fragmentos parciales de la propia historia, de puntos de vista sobre un mismo hecho, de presencias y ausencias, que se van aportando a esta construcción colectiva que permite rearmar ese cadáver exquisito que es “SILVIA”.

María Silvia Esteve presenta su ópera prima en la plataforma “Puentes de cine” (play.puentesdecine.com.ar), la que ha tenido un gran recorrido en diversos festivales, con un estreno mundial en el Festival Internacional de Documentales de Amsterdam y que ha sido premiada en Tel Aviv y La Habana. Una interesante oportunidad de disfrutarla a partir del jueves 23 de julio, y adentrarnos en el difícil arte de poder transitar la historia familiar, exorcizando viejos demonios y sanar el pasado, mirando a las generaciones venideras.

POR QUE SI:

«Esteve va trabajando laboriosamente el pesar»

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