Por Rolando Gallego.
La ópera prima de Drew Barrymore desnuda el universo del roller derby, una actividad en la que triunfa el/la más fuerte, a partir de la historia de una joven que se inicia en el patín dejando tras de sí la corrección política que su madre le exigía.
Bliss (Ellen Page) vive en una ciudad alejada de todo y reparte las horas de su día entre el trabajo y las actividades protocolares que su madre (Marcia Gay Harden) le impone.
Concursos de belleza y buenos modales, legados de otros tiempos que ambas comparten, a regañadientes y con los que Bliss no quiere saber nada más.
Cuando por casualidad se topa con un folleto de roller derby, entenderá que su vida debe ir hacia ese lugar, por lo que comenzará una carrera con falsas actividades de cara a sus padres, pero con la seguridad de quien sabe que el cambio es una oportunidad y para mejor.
Barrymore adapta la novela de Shauna Cross, quien además está tras los guiones, y construye una trepidante y fresca coming of age, incorrecta, guarra, que posiciona a la mujer en un lugar privilegiado, sin descartar presentarlas con fuerza y con vigor.
La madre de Bliss, por ejemplo, es quien mantiene la casa, una mujer cartero que se divide entre la tradición, viejas costumbres y amor para la crianza de sus hijas, sin negar ni pelear por lo que considera justo y necesario.
A la aventura que inicia Bliss, que dispara la narración a partir del engaño y la mentira, se le suma el ingreso al grupo de patinadoras, con las que comenzará a desarrollar su verdadera identidad para sí misma y para el mundo.
Barrymore toma lo mejor de la nueva comedia americana, sin descartar en la estructura del relato dosis de romance y drama, como así entrañables escenas en las que Gay Harden y Page se sacan chispas y se aman.
En el elenco hay figuras de la talla de Kristen Wiig, Juliette Lewis, Daniel Stern y Jimmy Fallon, que juegan en esta producción como nunca antes, se ríen de sí mismos y saben que sientan un precedente de la que luego series como GLOW tomó algunos puntos.