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Por Rolando Gallego.

La nueva incursión de Alejandro Amenábar en el cine americano resulta un estilizado ejercicio de cine policial en donde una comunidad esconde secretos tras ritos satánicos y abuso de menores. Lo mejor, el protagonista.

Sostenida principalmente en la colosal actuación de Ethan Hawke (cuándo no), «Regression» deambula por caminos que posibilitan el lucimiento de Amenábar como conocedor del misterio psicológico, del thriller, de la obsesión por personajes ambivalentes, pero al promediar el metraje todo se hace cuesta arriba, y ni siquiera la revelación final puede revalidar una propuesta que no está a la altura de las expectativas ni del autor.

Un investigador se ve envuelto en una oscura trama de abuso y en la que la religión y la fe, que no posee el personaje, terminarán siendo las trampas desde las que la construcción narrativa intente llevar adelante, con dispar resultado, su propuesta.

La incorporación de elementos psicológicos y procedimientos no tradicionales y ya en desuso (aunque la historia se desarrolle en los años noventa), con la palabra como fundamento de la progresión del guion, Amenábar posiciona en la confusión del protagonista la principal fuente de impulso narrativo.

Emma Watson secunda a Hawke en un personaje que difiere de muchas de las interpretaciones que venía realizando,  ofreciendo en Angela (el personaje) algunos matices a aquello que venía realizando para grandes producciones mainstream.

Si bien por momentos los climas y atmósferas ayudan a que el halo de misterio de  “Regression” crezca, en algunas tomas artificiales, y en el subrayado de la psicología de los personajes, el relato se debilita y resiente.

No será recordada como una de sus grandes producciones, pero sí es seguro que Amenábar, como en un tablero de juego, siempre avanza hacia la meta, aunque en ocasiones, como ésta, deba retroceder algunos pasos hacia atrás.

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