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Por Rolando Gallego.

Tiempo de repasar algunos títulos recientes, Mirada de Mujer, de Ezequiel Endelman y Leandro Montejano, e In Fabric, de Peter Strickland, proponen una relectura del giallo con una particular apuesta a una estética que realza sus propuestas.

Con un manejo de climas y atmósferas únicos que lo destacan por su cuidada obsesión por los detalles, simetría y color, y su habilidad para mezclar géneros y agregar dosis de humor a la mezcla, In Fabric logra narrar con estilismo, visión clara sobre los personajes, y un homenaje a la historia del cine, la atrapante historia de dos personas amenazadas por un objeto que -sin revelarlo-, toma vida propia en el momento menos pensado, apoderándose de decisiones o, simplemente, obstaculizando el desarrollo natural de sus vidas.

En el relato el giallo y el cine de los años setenta dice presente en un film opresivo, que desanda las desdichadas aventuras de aquellos que se topan con una tienda de modas que realiza descuentos por final de temporada, y que, sin saberlo, al conseguirlas, algo vívido se despierta en los productos y en ellos mismos.

En cada uno de los planos con los que configura el relato, y ya desde sus títulos iniciales se enuncia la delicada construcción que a partir de íconos comenzará a desarrollar, con una furibunda crítica a la sociedad de consumo y sus liquidaciones, a la incomodidad del trabajo en oficinas y a, en un segundo plano, las decisiones personales como motor de giros desafortunados en la vida, configurando un film que escapa de convenciones para transformarse en una experiencia única.

Así, la anécdota que en una tienda departamental, comandada por un extraño ser, que tiene más de vampiro que de persona, un grupo de mujeres lideradas por aquella empleada que declama en forma de sonetos shakespereanos la importancia de decidir adecuadamente las prendas que luego formarán parte de la personalidad, y un aviso publicitario que en loop incita al consumo, se va armando un universo especial y distinto.

A las imágenes, de una precisión y simetría sorprendente, se le adiciona una banda sonora potente, experimental, de Cavern of Anti-Matter, que juega y a la vez tensiona al espectador para que siga en sintonía con cada plano posterior.

Arriesgándose en todo, no sólo no le basta con fusionar géneros, sino que en la combinatoria termina por configurar un neo giallo radical, hipnótico, en donde el sexo, las pulsiones, y el erotismo impulsan y dinamizan una historia simple y que en manos de otro realizador podría haber terminado en ridículo o en un gore clase B.

Por su parte, Mirada de Cristal, nos lleva al mundo de la moda, de los desfiles y de las competencias entre modelos por ser la número uno, por estar en todas las tapas de las revistas más populares de diseño.

Todo comienza cuando en un particular desfile, manejado por una exitosa RRPP llamada Ofelia (Adriana Salgueiro), con una apuesta a destacar el encierro de la belleza a los espectadores y la exhibición de los diseños como mercaderías.

Aquí también hay una crítica a este universo, frívolo, que descarta mujeres y que construye mitos aún a expensas de sus propias vidas.

En ese desfile, una bella modelo llamada Alexis Carpenter pierde su vida tras tomar la desafortunada decisión de regar con champagne la improvisada pasarela y causar un incendio.

A los años, en un aniversario más de la muerte de Carpenter, Lucía Luccelo (Silvia Montanari), la editora de la revista más popular de modas y tendencias decide homenajear desde la portada a la difunta manquen, por lo que hará competir a dos jóvenes bellas, Eva e Irene, para que la encarnen.

Este homenaje terminará en una sangrienta venganza, tras aparecer un siniestro maniquí viviente que se encargará de cada una de aquellas que tuvieron participación en ese desfile mortal que terminó con la vida de Carpenter, sucediéndose una infinidad de escenas que acercan al slasher a la propuesta.

Filmada con un logrado ejercicio de estilo, con una recuperación desde el diseño de arte de la estética de los años ochenta, con neones violetas a pleno, peinados altos y abultados, maquillajes exagerados, los realizadores introducen en un viaje en el tiempo a los espectadores.

Las destacadas interpretaciones de Montanari, Salgueiro, y una participación hacia el final de Claudia Lapacó, configuran el punto más elevado de una película que homenajea al giallo, sí, pero desde una mirada glam depositada en aquellas series y soap operas de los ochenta, con actuaciones exageradas y una decisión política de reivindicar los subrayados para cumplir con el contrato de lectura del género.

Mención especial para Diana María, que desde la pantalla del televisor de Eva entona el tema principal de la película con solvencia, riéndose de las melodías pegadizas de la época, pero también logrando transmitir con su voz la atmósfera de todo el film.

Para aquellos que deseen verlo, MIRADA DE CRISTAL disponible por tiempo limitado por acá:

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