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Por Marcelo Cafferata

El Carlos Pellegrini es  un colegio tradicional de la ciudad de Buenos Aires, en donde irrumpieron, con mucha fuerza los Centros de Estudiantes con sus diferentes propuestas, acciones y movimientos. Ellos fueron instalando, poco a poco, las perspectivas necesarias para trabajar la igualdad de género desde lugares tan diversos como una Asamblea, una marcha o la potencia que puede dar un programa de radio generado desde la propia agrupación. Movimientos estudiantiles   que fueron instalando en la agenda, una mirada de género, derribando las estructuras patriarcales que también se encuentran instaladas como en tantos otros espacios, también en los modelos educativos.

Ellas son las “PIBAS SUPERPODEROSAS”: Ana (Presidenta del Centro de Estudiantes), Lore (artista performática que participa de la radio del Colegio) y Mile (una alumna consejera), tres  protagonistas que van dando forma a este documental que dirige Leonora Kievsky, que pone el acento en la construcción de una nueva identidad desde la propia disyuntiva si este movimiento debiese generarse en forma individual o colectiva, siempre con una atenta mirada sobre lo que (les) devuelve el afuera.

Hay un rito de pasaje que se instala en estos últimos meses del colegio secundario: un tiempo marcado por las despedidas, el cierre de un ciclo y la aparición de todo lo nuevo que implique el salir puertas afueras de una estructura tan particular como la del Pelle y enfrentarse a lo diferente (hay una interesante escena entre un profesor y la estudiante que teme iniciar la carrera de derecho en la UBA por miedo a no poder bancarse el precio de las diferencias) que se resumen en esa frase que se dice al pasar en el documental “El mundo no se parece mucho al Pelle”.

La cámara de Kievsky se hace invisible dentro de ese universo particular de un colegio secundario que no es parecido a ningún otro secundario con otras libertades y otros niveles de conciencia sobre estas temáticas. Compartirá las vivencias de estas estudiantes y las acompañará en sus movilizaciones, en sus sesiones del Centro, en su  participación política y en su cotidiano, pero hay un ritmo algo caótico y errático desde lo narrativo que hace extrañar un poco la contundencia de “El Nacional” de Alejandro Hartmann. Se celebra, de todos modos, los riesgos que toma Kievsky poniendo en el centro del debate la necesidad de incluir a todas las diversidades, haciéndolo en forma directa y miedo a avivar explícitamente la polémica (algunas escenas como la de la radio donde se plantea el sexo entre dos personas menstruantes, puede sonar demasiado subrayada) aunque se entiende el contexto que elige la directora para romper estructuras y generar cierta movilización –que es por momentos casi una provocación- en aquellos espectadores más “resistentes” y estructurados.

También es interesante exponer la dicotomía que se presenta entre un marcado activismo y la participación política con una fuerte toma de posición, frente a la imposibilidad de poder conversar de estos temas puertas adentro dentro de sus familias en las que, inclusive, ellas mismas expresan que se las sigue concibiendo como “algo erróneo”.

PIBAS SUPERPODEROSAS” se convierte en el retrato de toda una generación que aboga por la igualdad de géneros, por la inclusión de lo diferente y la militancia en pos de un mundo diferente, aun cuando en este afán de construcción,  se confundan algunos espacios en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Algo de ese desborde, de ese subrayado en la militancia y el peligroso juego de virar a los extremos es tomado con mucho humor por Diego Recalde en su última película “AVE MARIA” (disponible en https://youtu.be/c2vOOIGNEFM) donde un estudiante de un colegio secundario que se encierra en un baño a masturbarse es acusado por una compañera de curso, Paloma, de violación telepática.

El cine de Recalde siempre tiene una acidez y una dosis de delirio para ver la realidad desde un cristal diferente que se contrapone ampliamente con el documental de Kievsky como dos caras opuestas de una misma realidad.  Para este nuevo experimento cinematográfico, Recalde apela a representar a sus personajes con aves (gallos, gallinas, palomas, cotorras, pájaros) y para quienes puedan entrar en el juego desde el inicio de la propuesta, la idea logra sostenerse durante su hora de duración, en base a muchísima creatividad y un absoluto desparpajo para seguir sosteniendo que no hay tema que no se pueda abordar con humor.

Con una mirada absolutamente opuesta a lo políticamente correcto y  lo alineado con el Sistema, el trabajo de Recalde deja al descubierto fanatismos y extremos (tan bizarros como los que sostienen que en Disney a besos a las princesas que no fueron consentidos) dejando expuestos algunos excesos en estos movimientos y buscando siempre avivar la polémica.

El propio director define a su trabajo como una memécula (¿algo así como una película hecha de memes? ¿Con un lenguaje cercano al de los memes?), un discurso que apela a divertirse con la disidencia y generar esa contracultura que tanto lo caracteriza a Recalde, en este caso junto a Nicolás de Candia en el guion en una película absolutamente no apta para cabezas estructuradas.

También lo que une ambos trabajos, cada uno en su estilo y casi parados desde veredas opuestas, es romper con todas las estructuras e instalar los temas abriendo el debate y sin que les sea indiferente. El contrapunto es interesante y más allá de que uno pueda tomar partido por alguno de ellos, lo interesante es poder ver cómo se retroalimentan con sus miradas y que nos permita, seguramente, encontrar el punto justo.

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