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Por Marcelo Cafferata

No creo que haya nada más rupturista que esta nueva versión de “JULIO CESAR” de William Shakespeare bajo la dirección del multifacético e inquieto José María Muscari, para reinaugurar el Cine Teatro del Plata, ahora recuperado para el Complejo Teatral de Buenos Aires, una sala amplia y totalmente reacondicionada en pleno corazón de Mataderos

Después de dos meses con localidades agotadas y de haber sido representada en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, vuelve por una temporada limitada hasta el 25 de Septiembre, los sábados y domingos a las 17 horas, y el público volvió a llenar la sala en este fin de semana de su reestreno, aplaudiendo el desembarco de una estrella como Moria Casán dentro del elenco del teatro oficial.

Ella es justamente el principal atractivo que presenta esta nueva lectura de un clásico de este tenor: la “one”, la Señora Casán –un ícono del teatro de revistas, el cine y la televisión nacional- se pone en la piel de Julio César en una propuesta que no solamente tiene una mirada diferente en cuanto a la deconstrucción de la propia dramaturgia (los textos están inspirados en la pluma del Bardo pero están completamente adaptados a un ritmo y un vocabulario actual) sino que además propone, inteligentemente con los tiempos que corren, un cambio de roles en el juego de poder. Todos los personajes que en la pieza original de Shakespeare eran roles masculinos, están compuestos en este caso por actrices y los dos roles femeninos de la obra (Porcia y Calpurnia, las mujeres a la sombra de Julio César y Bruto) serán entonces asumidos, en esta versión, por varones.

El propio director, José María Muscari (que se desafía a armar elencos completamente eclécticos y brindar al público propuestas audaces que van desde su mítica “En la cama” hasta la actual “Sex” pasando por ·”Desangradas en Glamour”, “Escoria” hasta un clásico absoluto como “La casa de Bernarda Alba”) define a esta nueva creación como “un apareamiento entre Versace y Andy Warhol”. No hay duda que eso es exactamente lo que ha logrado plasmar en escena: el vestuario, la puesta de luces, el uso barroco de las pantallas que se adhieren a una estructura de prismas triangulares de hierro y la música de Nathy Peluso y el trap irrumpiendo en escena, se entremezclan con un texto que permanentemente atrapa al público con constantes referencias al aquí y ahora, a los puntos neurálgicos del barrio en donde está enclavado el teatro, dispara dardos contra las redes sociales, la hiperconectividad y por sobre todo, muestra que la estructura social, política y los hilos del poder, aun habiendo pasado mucho más de 400 años siguen vigentes en un texto que no ha perdido fuerza y que parece  escrito para este preciso momento.

Algo del teatro para el pueblo y el fenómeno que surgía en el Globe Theatre, el mítico teatro donde las compañías estrenaron cada una de las obras de Shakespeare parece resurgir en pleno Mataderos cuando los personajes se refieren al pueblo señalando a una platea que se involucra y vibra con esta puesta.

La idea de Muscari deslumbra desde la primera escena donde todo está montado como un gran show que exige cierta entrega por parte del público más estructurado y es definitivamente de esas obras en las que uno se deja llevar por la propuesta o queda completamente afuera.

Todo apunta a un alto impacto y a la fuerza escénica innegable que tiene Moria Casán desplegando una vitalidad y una energía realmente magnética –más allá de sus verdaderas posibilidades de componer una criatura shakesperiana, objetivo que obviamente esta versión no necesita-, una diva que es indudablemente la que mejor cataliza la idea de Muscari, quien entre tantos detalles, se mueve como nadie al ritmo de la música y sabe atrapar a su público.

Una vez pasado el impacto inicial, algo de la propuesta puede ponerse en observación más profunda: los papeles femeninos, por más que sean representados por hombres, hablan de las mujeres de los poderosos. Una buena vuelta de tuerca hubiese sido que Muscari se animase a ir un poco más allá y poner realmente a las mujeres al poder (y no a hombres representados por mujeres, pero que son hombres al fin) y subvertir las miradas. Algo de la transexualización de los personajes no termina de convencer y algunas marcaciones tienden a generar una confusión respecto de lo que se pretende abordar en ese planteo que por momentos queda indefinido.

Es sólo una observación porque la idea funciona y el elenco sorprende: Alejandra Radano, Malena Solda y sobre todo Vivian El Jaber, logran composiciones potentes y físicamente entregadas. Marita Ballesteros, por su parte, en un rol que parece no ser su zona de confort, se entrega al juego y logra un Marco Antonio preciso y convincente. Fabiana García Lago tendrá como una de sus tareas, ir narrando segmentos de la historia con algunas secuencias cantadas y su Augusto tiene un look y una plasticidad corporal que sorprende.  Mariano Torre, por su parte, compone una Porcia lanzada, explota al máximo este personaje que es el que más logra coquetear con la ambivalencia sexual, más allá de algunas otras referencias que van aportando el resto de los integrantes del elenco.

JULIO CESAR” es otra de las propuestas disruptivas que salen de la cabeza de Muscari, una verdadera usina de ideas que ha logrado siempre –tanto en sus grandes éxitos como en otras experiencias que no han tenido tanta suerte- destacar el hecho teatral como algo innovador y entregar algo diferente a su público como incansable creador teatral que se destaca dentro de su generación.

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