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Por Marcelo Cafferata

Un perro que llora sin cesar despierta la queja de los vecinos, pero es al mismo tiempo el disparador que utiliza la cineasta Ana Katz, para zambullirnos en la vida de Sebastián quien deberá enfrentar varios quiebres en su vida a partir de este reclamo y la posterior muerte de su mascota.

Katz asume riesgos y plantea un giro novedoso en su filmografía no sólo por presentar una narrativa que se va construyendo a partir de fragmentos de la vida de Sebastián sino por tener por primera vez un protagonista masculino excluyente para su película, logrando reflexionar sobre lo imprevisible, sobre los giros inesperados, sobre la incertidumbre y las transformaciones.

Con una inesperada sincronicidad con nuestro presente, las diversas situaciones por las que atraviesa el protagonista en sus distintos trabajos –con el arco más ecléctico que cualquier espectador pudiese imaginar-, el vínculo con su madre, el amor, la paternidad, se refuerza con las elipsis temporales muy bien elegidas logrando un tono melancólico y reflexivo y muy buenas actuaciones de su equipo en donde se destacan Carlos Portaluppi, Valeria Lois, Julieta Zylberberg, Diego de Paula, Marcos Montes y la propia Katz.

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