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Por Rolando Gallego

Algunas palabras sobre los estrenos de la semana

MOONFALL

Candidata, sin dudas, a estar en el podio de las peores películas del año, la nueva propuesta dirigida por el experto en cine catástrofe, Roland Emmerich, mezcla géneros, tonos, ritmos, convirtiéndose en un despropósito total. Un mamotreto que nunca decide ir hacia un lugar concreto y en el que Halle Berry suma (cuántas ya) otra de sus peores actuaciones.

PASAJERO 666

El principal inconveniente de esta propuesta, es su intento por mostrarse ingeniosa hacia la resolución final, pero, en el mientras tanto de la narración, todo se hace cuesta arriba, con una auténtica falta de verosímil desde la presentación del avión en donde todo transcurre, a las imposibles actuaciones del elenco principal. Más terror ruso, pero que causa risa.

EL REGRESO DE GULLIVER

Esta producción de origen ucraniano, que recupera el clásico de Jonathan Swift, en una versión en la que el regreso del personaje a Lilluput, no hace otra que confundir a todos, ya que al verlo de altura igual que el resto, se plantean las bases del relato en donde la confusión y mentira cimentarán una historia que va y viene, y que se termina por enredar en si misma.

JESUS LOPEZ

La nueva producción del cineasta entrerriano Maximiliano Schonfeld, se plantea como un intrigante juego de espejos y opuestos, que comienzan a unirse a partir de la llegada de un extraño que ocupa el lugar de un joven recientemente fallecido. Con guion del propio realizador y Selva Almada, el enrarecimiento de las imágenes, la poesía contenida en ellas, y, principalmente, la tensión in crescendo del relato, permiten construir una de las narraciones más extraordinarias del cine nacional de los últimos tiempos, y que obtuvo el premio a la Mejor Película de la Competencia Latinoamericana del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

LAS COSAS QUE DECIMOS, LAS COSAS QUE HACEMOS

Emmanuel Mouret arma un fresco sobre las relaciones de un grupo de individuos, que sin saberlo, están predeterminadas ya por el destino para ir y venir, para armar y desarmar, y en donde, aquello que se dice, en contraposición a lo que hacen, genera una irresistible empatía, motor válido y necesario para que el relato avance. Una especie del «cuento de la buena pipa» ad infinitum, o, en este caso, de dos horas, que propone para el espectador, una activa participación, y eso, es bienvenido.

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