Por Rolando Gallego
Malena Bystriwicz y Loreley Unamuno presentaron en cines A través de la tierra, documental que sigue los pasos de dos inmigrantes que recuperan sus tradiciones y luchan por progresar en sus vidas. Con ellas hablamos para saber más detalles de la propuesta.
¿Cómo conocieron a las protagonistas y cuándo supieron que había una película detrás de sus historias?
En 2017 cuando estrenamos Mujeres de la Mina, nuestra anterior película que también realizamos juntas, nos invitaron a un evento que realizaba la comunidad boliviana en Buenos Aires y nucleaba a mujeres referentas de distintas luchas y organizaciones. En ese momento pensábamos hacer una película sobre Domitila Chungara, histórica revolucionaria de Bolivia, que era una de las protagonistas de Mujeres de la Mina y que nos había interpelado hablando sobre la triple jornada laboral de las mujeres, mucho antes de la frase “eso que llaman amor es trabajo no pago” aludiendo a las tareas de cuidado. Y que criticaba desde su condición de clase algunas posturas del feminismo, poniendo en evidencia que hay muchos feminismos posibles. Domitila daba para una película propia, había volteado dictaduras sufrido exilio, torturas, y protagonizado todas las luchas del siglo XX en Bolivia sentiamos que no habiamos contado suficiente sobre ella en Mujeres de la Mina, asique ese era nuestro proyecto, nuestra deuda pendiente con ella ya que había fallecido hacía pocos meses sin ver la película terminada y queríamos rendirle homenaje. Fuimos a ese evento sin saber mucho lo que nos ibamos a encontrar, pensando simplemente que era una oportunidad llegar al círculo intimo de la comunidad boliviana, y poder compartir nuestra película allí, pero para nuestra sorpresa nos encontramos con muchas Domitilas, vivas, actuales. Salimos de ahí sabiendo que si había una próxima película era con ellas. Al comienzo fueron varias mujeres, y buscamos un eje temático alrededor del trabajo textil, una actividad que realizaban varias de ellas y con mucha historia de explotación, talleres clandestinos, incendios, muertes, injusticias y al mismo tiempo organización, lucha y cooperativismo. En esos primeros años filmamos con Blanca y con otras dos mujeres que trabajan en el rubro textil Lourdes y María. A Patzi, además de esa vez, nos la fuimos cruzando en las marchas, en los encuentros de mujeres, en las asambleas de migrantes, eran los años en que Macri era gobierno y los colectivos migrantes estaban siendo amenzados, expulsados, estigmatizados. Una noche gélida de junio de 2018, después de una de las marchas por la legalización del aborto proyectamos Mujeres de la Mina en el espacio de La Tribu y allí, entre el público, apareció Patzi con su mamá Ponciana, y nos contó que ellas venían de las minas de Bolivia y que habían conocido a Domitila en persona, y eso disparó una charla de mucha conexión. Mientras conversábamos pensabamos que nos encantaría que ella, Patzi, tan bella y tan lúcida sea parte de la película. Pero claro, se salía de nuestro guión vinculado al trabajo textil, asique tuvimos que dar el segundo volantazo, replantearnos el documental e incorporar a Patzi. Nos juntamos en un bar por el barrio de once algunos meses después de ese mismo año, agosto o septiembre, le propusimos que sea parte de la película, le contamos que queriamos trabajar con mujeres migrantes, bolivianas en Buenos Aires y el desarraigo y la construcción aquí. Ella nos respondió: “Si, quiero participar del documental, pero yo no soy migrante, soy quechua aymara y mi pueblo está desde mucho antes que existan los Estados boliviano y argentino. Ustedes me llaman migrante pero yo soy indígena y mis raíces están fuertes en mí, en mi mamá, en mis hijas.” Esas palabras quedaron resonando y nos dimos cuenta que lo que estábamos poniendo en juego no era la migración, no era el cambio de territorio o cultura sino que era el racismo, era el negacionismo de los pueblos originarios, era hablar de los cuerpos marrones en esta construcción social, no eran solo mujeres bolivianas, y luchadoras, sino que eran mujeres racializadas. Ese fue uno de los momentos en los que nos dimos cuenta que teníamos que hacer esta película. La economía popular y la lucha del trabajo textil fue contado a través de la historia de Blanca y todo ese saber comunitario que es tan poderoso en los pueblos andinos. Blanca necesitó migrar por cuestiones económicas, en los 90, vivió el neoliberalismo en Bolivia y en Argentina, pensaba venir solo por un año pero se encontró con una realidad durísima y no pudo volver, al contrario, de apoco fueron viniendo sus hermanos y de la manos de los movimientos sociales pudo reconstruirse. Patzi vino cuando era niña, creció en la villa 31 entre la diversidad de familias de todas partes, luchando por la vivienda, por los derechos y construyendo su identidad.
¿Cómo fue seguirlas a lo largo del tiempo?
Fueron 7 años que acompañamos a Blanca y a Patzi en el devenir de sus vidas, construimos una relación de mucha confianza y cariño. Pasaron un montón de cosas: empezó en medio del macrismo que perseguía migrantes, atravesamos la pandemia, el golpe de Estado en Bolivia, la ola feminista a pleno, viajes, muertes, nacimientos, construcciones y deconstrucciones. La clave para nosotras es dejarnos atravesar y que esa idea inicial necesariamente se transforme con lo real y con lo subjetivo, con lo que ellas proponen y lo que nosotras sentimos. Ese ida y vuelta permanente, ese fluir nos ayudó a construir un espejo de todas, más allá de la coyuntura. Buscamos componer, entre todo esto, una mirada cinematográfica, política y sobre todo amorosa de sus historias.
¿Con que les gustaría que se conecte la gente a verla?
Hay algo de recuperar cierta fuerza que traen ellas, en sus historias personales pero siempre enlazadas a lo colectivo. A la fuerza de ser comunidad, de ser movimiento. En este momento de incertidumbre , desconcierto y ataque constante a todo lo que implique organización popular, no desconectarnos de esa fuerza que somos nos parece algo que trae el presente como algo interesante para las proyecciones de la peli. Tambien que otras mujeres y chicas se sientan identificadas en Patzi y Blanca , las protagonistas, nos parece algo importante y hermoso si sucede. Que otras mujeres vean su reflejo o partecitas de ellas también en esas historias y eso les dé fuerza y energía para seguir, organizarse, construir un presente.