
Por Rolando Gallego

Es uno de los realizadores rioplatenses más talentosos, creador de propuestas audiovisuales icónicas que persisten hasta hoy en el imaginario popular y presenta en Netflix, Togo, protagonizada por Diego Alonso y Catalina Arrillaga, primera película uruguaya de la plataforma, un western urbano en donde la soledad y los vínculos son el disparador de una entrañable historia de amor paternal entre Mercedes y Togo, el nombre del personaje central. Para saber más detalles de esta propuesta, dialogamos en exclusiva con Caetano, quien continúa en Uruguay tras la pandemia.
-¿Hay más presión por estar al frente de la primera producción cinematográfica uruguaya de Netflix?
-Yo qué sé, no es nada diferentes, es una película más, no es la primera película que tienen mía, tuvo Pizza, birra, faso, ahora está El otro hermano, tienen cuatro series mías, los productores son ocasionales, a veces producís más de una película con el mismo, yo hasta hoy no he repetido productor, creo, siempre hay una primera vez para todo, pero no influye en absolutamente nada eso.
-¿Y con que vaya a plataforma?
-Es lo que le pasa a todos, no me voy a escandalizar, es así, cuando firmamos el papel para hacer la película ya dice que no va a pasar por el cine, o si va a pasar lo aclarás, me pasó con Togo que cuando la empezamos a hacer, en medio de la pandemia, Netflix nos preguntó si queríamos ir a sala, y les dijimos que no sabíamos porque no sabíamos qué iba a pasar con la pandemia, si hubiera sido previo seguro que sí decíamos de ir a sala, pero en ese momento no se sabía nada. Mi hijo está viendo una serie en el celular, cambiaron los consumos.
-¿En Uruguay la gente volvió al cine?
-Pasa que, ¿qué es volver al cine?, ¿volver a ver Batman o Avengers?, yo lo último que fui a ver es la última de Jordan Peele, Nop!, voy poco al cine, para ver cosas que me gustan, de autores específicos, porque no es como antes que agarrabas el diario y había una oferta increíble, o ibas al shopping y veías 20 salas y en alguna iba a haber una película que te gustaba, ahora voy doy una vuelta y me compro un libro no me veo una película. En Uruguay se volvió al cine pero no a una oferta muy diferente a la de Argentina, si quiero ver cine allá voy al Malba o a los ciclos de Fernando Peña, o acá en la Cinemateca.
-¿Cómo surgió Togo?
-En pandemia, yo amo hacer películas y cuando pasa mucho tiempo sin hacer cine, la paso mal. Yo venía de hacer series, mi última película fue El otro hermano, y vino la pandemia con todas sus incertidumbres, y me vine a Uruguay donde no era el mismo claustro que en Buenos Aires, donde la pasamos muy mal encerrados, en casa, como seis meses con mis hijos. Acá me puse a caminar y me agarró la angustia de no poder filmar, y empecé a caminar y se me ocurrió la película, porque generalmente se me ocurren las películas de una manera más introspectiva, caminando, leyendo un libro o noticia, y caminando por Montevideo empecé a ver el fenómeno de los cuidacoches que no tienen nada que ver con cómo los conocemos en Argentina.
-¿No tienen nada que ver con los trapitos?
-No, son más parecidos a los homeless yanqui, gente que vive en la calle, muchos con problemas psiquiátricos, de alcoholismo o drogadicción, gente sola, no son delincuentes, sí aparece el narcotráfico de menudeo, de poca monta, que los recluta y muchas veces ellos terminan destrozados, consumen, o les quitan la calle, y hay gente que dice que no, como en el caso de Togo. En Uruguay hay mucha gente viviendo en la calle pero no por las mismas razones que las hay en Argentina, ahora tal vez sí, porque la economía ha cambiado un poco y se han puesto las cosas difíciles post pandemia y con la guerra, hay mucha gente viviendo en la calle pero integrada a la sociedad, uno convive con ellos a diarios.
-No te cruzás de calle al verlos…
-No, yo tenía unos “locos” cuando hice la película, vivía en un departamento en Pocitos, y abajo había una plaza, había un grupo que vivía ahí, saludaban, a veces me convidaban cigarros ellos a mí, cuidan autos, muy parecidos a Togo, claro que en Uruguay no hay una estructura policial poderosa como la de Argentina, corrupta, a la vez, y tan poderosa, Uruguay es un país pequeño, Montevideo tiene un millón y medio de personas, es imposible que no te cruces caminando con un pariente o amigo, es una estructura un poco más de barrio, es como un barrio grande, y esos vínculos aparecen entre la gente.
-Tenías la idea, pero ¿cuándo imaginaste que la tenías que contar con esta dupla?
-Yo soy padre de tres hijos y el “cuidar” me es muy cercano, cuando uno es padre el cuidar lo ejercitas, yo tuve el cuidado de mi familia, tengo el cuidado, ellos me cuidan a mí, y esa cadena de cuidado está en mis películas, porque mucha gente se queda sólo con lo marginal, y esto está en Un oso rojo, en Francia y hasta en Crónica de una fuga, generalmente mis películas nacen de ahí, del cuidado. La dupla nació por el vínculo que tengo con mi hija, y está en Francia, en Un oso rojo, y acá, que mi hija se puso más grande y más rebelde, y me parecía que estaba bueno hablar que la gente que está en la calle no es sólo por cuestiones socioeconómicas, Uruguay es el país con el nivel de consumo más alto de remedios psiquiátricos y ansiolíticos, tenemos la más alta tasa de suicidio de la región, hay un problema con la salud mental que ningún gobierno lo ha abordado aún seriamente, y me gustaba, además, amigar más a las clases sociales, porque en mis películas las venía confrontando, o solamente hablando de una, y es la primera vez que abordo a alguien de clase alta, y donde puedo encontrar alguna similitud o ternura o empatía.
-Es la clase alta, pero todas unidas en el relato, siendo Togo como el “patriarca” de todos…
-Tal cual, no es nada clasista, es como en el western el outsider, absoluto, está por encima de todo y a la vez es transversal el vínculo con todos los demás, no discrimina, ni siente piedad por nadie por su clase social por sí o por no, aunque en el arranque tiene algún comentario clasista con la chica, pero es para conocerse y si hay algo que empareja a estos dos personajes es que no tienen miedo, a estar en la calle, pero sí le tienen miedo al desamor, y eso es lo más interesante, son dos personajes que se quieren un montón en un ambiente desolador como lo es vivir en la calle. Quise amigarme para abordar cuestiones de la clase alta, que si bien me son ajenas, otras no tanto, como la soledad o los niños, los adolescentes, que los hace, con su rebeldía, querer escapar de cierto confort, eso me parecía lindo, como así también contar una historia de amor, otro tipo de amor, que no necesariamente es entre un hombre y una mujer, o erótico, sino de una persona por otra, algún día tengo ganas de hacer una película de amor entre hermanos, de amigos, el único amor no es solo entre un hombre y una mujer, hay una historia entre ellos dos que me gustaba construir.
-No vamos a dar muchos detalles, pero al final hay una escena de contienda increíble ¿Cómo fuiste sumándole capas a esa secuencia?
-Viene del cine que ví, que me entretiene y a mí me gusta que mis películas me entretengan, también, la acción me gusta, me gusta filmar, me gustan los diálogos, los personajes, pero también la acción, y creo que es de las películas menos violentas que hice, aunque en el arranque hay una escena violenta, pero después Togo va a impartir justicia sin necesidad de matar a nadie, es un poco como Kung Fu, medio zen, con su bastón, medio satoichi, lo imaginé así, sumando como uruguayo esa cosa fuerte de lo afrodescendiente en nuestra cultura, que hasta ahora no lo había visto en ninguna película uruguaya que se hubiera abordado, y desde un lugar bastante antropológico, porque realmente los afrodescendientes de Montevideo están cada día más relegados a los márgenes de la sociedad. Con respecto a la música, yo me crié con esa música, cuando era chico mis viejos iban a ver las llamadas o al carnaval, fue un reencuentro y me vi creando algo desde un lugar muy sincero que es mi parte más uruguaya.