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Por Rolando Gallego.

La artista estrenó Creer para ver en NAT GEO un proyecto en el que habla con 10 líderes espirtuales del mundo.

¡Menos mal que podemos hablar por teléfono y no por ZOOM!

Yo estoy cansada del Zoom, es limante, y me pasa, que los auriculares me taladran el cerebro y si no te los ponés gritás, entonces terminas y te preguntas porqué esforzaste tanto la voz.

¿Cómo es estrenar un trabajo de tanto tiempo en medio del confinamiento?

Yo creo que es una bendición, creo que no es casualidad, el estreno de hecho se pospuso, iba a ser en Abril, cayó la cuarentena, faltaba masterizar y no podían entrar los operadores a terminarlo. Y es ahora, es maravilloso que sea en este momento, a veces no entendés porqué pasan las cosas, me puse mal, pero ahora digo que bueno que sea ahora, en donde todos pasamos meses de encierro, de meternos para adentro, de hacernos preguntas, de buscar respuestas, tenemos un recorrido que resignifica el documental y la gente lo va a recibir bien. Es un documental chico, no mega producción, con un equipo reducido, el máximo fue cuatro, pero sí tiene una vibración positiva, el mensaje de los maestros, si llega a que una persona se vaya a dormir con el corazón tibio y una experiencia positiva cumplió su función. La idea es que descubran que cada uno de los maestros hablan de lo mismo, expresado de otra manera, con herramientas de autoconocimiento que nos ayuda a recordar nuestra propia esencia. Estoy Feliz.

Hay una apertura de los maestros y de la gente que contactas, ¿cómo lo lograste?

Vengo entendiendo con el trabajo de muchos años y de fotografiar gente, que me encanta el contacto humano, es esencial la conexión con el otro. Y siempre tengo esa intención, y no es fácil, porque lleva su tiempo.

Y acá debe haber sido más complicado eso…

La Abuela Margarita no quería que le saque fotos, estuve un año atrás, me decía “por qué a mí, sacale a un árbol”, le decía que iba a retratar a todos los maestros, me pedía que le cante, cuando me dijo que sí, me pidió que vaya a Chile primero, fue en un encuentro de tres días, y recién al tercer día me permitió sacarle fotos y lo pude hacer porque hice un operativo con su asistente, me metí en su cuarto y la convencí, ella en camisón, yo le seguía contanto mi trabajo y mis libros y ahí me dijo, “dale, pero me vas a sacar las fotos arriba de un árbol”. Esto multiplícalo por cada maestro, la confianza se ganaba día a día, no les interesa la exposición, no tienen ese ego, al contrario, y son felices con eso.

Cuando se presentaba estas situaciones complicadas, ¿pensaste en abandonar el proyecto?

Tuve momentos de bastante desesperación, me pasó también con  Admor Hassaraf que no quería que lo filmemos, quería fotos, pero no filmación. Y ahora quedamos en una relación muy cercana, estuve en diversos sitios del mundo siguiéndolo. El trabajo fue salir de la zona de confort, también por los lugares en donde íbamos, Groenlandia en carpa al pie del Glaciar, en Viena un departamentito todos juntos, en México, manejando mil horas, lo hacía un camarógrafo, me decía por qué no tenemos un chofer, porque no había plata, o en la montaña subiendo, y pasaron cosas como que me tropecé y me caí arriba de una piedra y me di un golpe mal. Caerte con equipos.

Con el riesgo de perder todo…

Claro, fue viajar cargando equipos pesados en aviones, o en Dubai, por ejemplo, nos retuvieron, nos metieron en cuarto con Flor Rico porque pensaban que los flashes eran bombas. Casi perdemos el avión, nos retuvieron los pasaportes.

Siempre al límite…

Sí, siempre he viajado y amo viajar, no necesito estar en un buen hotel para ser feliz, pero vivi muchas situaciones que ahora sé que me hicieron fuerte.

¿Tenés ganas de seguir?

Vamos a trabajar para hacer posible una segunda parte.

¿Cuándo entendiste que tenías que ir por otro lado?

No lo entendí así, me pasó que en determinado momento de mi vida, tras colaborar con Fundaciones e Instituciones, venía de moda y publicidad, y me pregunté qué me daba más orgullo y fue ese tipo de trabajos. Venía trabajando mucho, caí en la moda de casualidad, porque yo quería fotografiar gente, sin importarme lo que llevaban puesto y eso me dio un gran training. A raíz de esas oportunidades con una búsqueda más profunda con fundaciones y proyectos que buscaron comunicar desde la imagen para plantar semillas de conciencia me replanteé todo. Fui hacia lo artístico, para aportar desde mi lugar un granito de arena, con una gran responsabilidad, para ver qué imágenes iba a hacer, escribí dos libros, no fue una casualidad, o que venía medio paracaidista, venía trabajando hacia ese lado.

Esto fluyó como documental, como una de las patas, tenía idea de un libro y de hacer una muestra fotográfica, y lo excedió, y ahí convoqué a Eric Dawidson para cerrarlo como documental.

¿Cómo apareció la estructura y el apoyo?

Todo día a día, como en el documental, no está guionado, partís de un no guion, hoy lo comprendo mucho más, y ya para la temporada dos voy a tener mucho camino recorrido. Acá filmamos todo, y después le dimos forma en ocho episodios, teníamos mucho material. Editamos con Eric y aprendí mucho, en cómo se trabaja el color en audiovisual, el sonido, grabé todas las voces en off, en un primer momento no quería, pero después me di cuenta que estaba bueno, que esté para contar la historia de lo que fue la verdad, de lo que sucedió, que tome esa responsabilidad. Es un documental simple.

Esa es la clave, cuanto más ambicioso más complicado…

Si, supongo, se quiso así, lo ví así, era así, no se podía pretender hacer otra cosa de lo que era, el documental es honesto, punto, es lo que es.

¿Vas a hacer algo especial para la presentación?

Sí, un vivo en el Instagram de National Geographic para toda la región, menos Brasil porque por doblaje se tiene que hacer más adelante. En el vivo voy a hablar con Florence Goupil, de fotógrafa a fotógrafa.

Está buenísimo que sea una mujer…

Sí, cuando empecé había muy pocas fotógrafas mujeres, estudiando, me pasaba que en los cursos, que no existía una carrera como ahora, había una más que yo, como mucho, sino siempre eran todos hombres. No era una carrera que se veía para mujeres, impensado, y siempre me preguntaban en los noventa “no te discriminan por ser mujer”, “no te sentís inferior por ser mujer”.

Y encima se naturalizaba la pregunta…

Sí, mi respuesta siempre era “nunca sentí eso”, no me importa si lo hacen, si me discriminan o no, no me llegaba, estoy siempre focalizada en mi trabajo.

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