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Por Rolando Gallego

El realizador Damián Leibovich presenta su película Domadoras de dragones, una historia de resiliencia y pasión. Por acá cuenta detalles de la producción.

Tanto el género (comedia, terror) te han convocado antes para dirigir, ¿Cómo fue llevar adelante este documental que se aleja de ambos?

Los géneros cinematográficos son convenciones, acuerdos tácitos entre espectador y pantalla. Una película con tratamiento documental se sustenta, específicamente, en el acuerdo tácito de estar “basada en la realidad” del que la ficción pura puede prescindir. El acuerdo implícito sería algo así como “lo que estamos viendo ocurre/ocurrió realmente, tal y como lo estoy viendo”. En el caso de “Domadoras de dragones” el aspecto documental está relacionado con que las protagonistas son mujeres reales, y los hechos que relata ocurrieron, pero la construcción del relato sigue las mismas normas dramáticas que una ficción “tradicional”. La identificación de los conflictos y de las preguntas que se van respondiendo (o no) durante la trama se abordan de la misma manera que en una ficción. Por eso, para mí, puede que sea diferente el método para producir la película, pero a la hora de contar una historia, presto atención a los mismos elementos, tanto en la ficción como en el documental. En esta película en particular, el disparador fue la temática. Los conflictos aparecieron después, durante los 3 años de grabación, y la forma de organizar esos conflictos surgió en el montaje.

¿Cómo conociste a las “domadoras”?

Llegué al grupo de remadoras a través de una de ellas (Astrid Bengtsson) quien fuera docente en la “Especialización en divulgación de la Ciencia,  Tecnología e Innovación” que cursé en 2018. Ella comentó que formaba parte de un grupo de mujeres sobrevivientes de cáncer de mama, que se juntaba a remar con la técnica del bote dragón, como parte de su recuperación física y emocional. Con eso me alcanzó para detectar que allí había una historia para contar.

¿Qué trabajo fuiste haciendo con ellas para que se “suelten” mientras las entrevistabas y cómo seleccionaste luego qué quedaría en el film?

Los tres años en que las estuve acompañando y grabando, hicieron que se formara un vínculo con ellas. Yo sabía que las entrevistas las iba a realizar al final del proceso (y aproveché el período de ASPO durante la Pandemia de COVID para realizarlas). Para entonces ya había un vínculo de confianza suficiente como para que cada una me hablara con soltura.

Los fragmentos que utilicé en la edición final fueron seleccionados en dos ejes. En principio, poder reconstruir la historia del grupo en forma cronológica, y en segundo lugar, para poder diferenciar sus puntos de vista particulares. En la primera mitad de la película el discurso está unificado: cada intervención completa la anterior y sigue una misma línea. En la segunda mitad, los puntos de vista se ramifican y a veces se contradicen.

¿Por qué esta historia debía contarse?

Como ocurre con la película, que parecen ser dos en una, los motivos principales son dos. El primero, para difundir la actividad del remo como posible tratamiento que mejora los linfedemas en los brazos de las mujeres que pasaron por la mastectomía y, en segundo lugar, para reflexionar sobre los dragones que todos tenemos, y si podemos domarlos.

¿Con qué te gustaría que se conecte la gente al verla?

Me gustaría que los espectadores salgan del cine con más información sobre la actividad (por un lado) y reflexionando sobre las relaciones interpersonales y los conflictos que se pueden producir en los grupos.

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