
Por Rolando Gallego

Hoy llega a los cines El último otoño, película de Andrés Pasman protagonizada de manera brillante por Silvia Bayle. En la sencilla propuesta se cuenta cómo la vida determina nuestros destinos y un hijo debe repensar el vínculo con su madre. Para saber más detalles de la película hablamos con Pasman.
-¿Qué tan autobiográfica es la película?
-La película no es autobiográfica, la fui construyendo en base a lo que quería transmitir. Sentía la necesidad de explorar este tipo de relaciones familiares y situaciones límites. Para eso tuve que empezar a conocer mi árbol genealógico, conversar mucho, investigar sobre temas puntuales. Necesitaba sumergirme para estar empapado. Hasta me hice lectura de registros akashicos. Fueron años intensos, tanto al escribirla como al filmarla.
-¿Cómo surgió el proyecto?
-Después de unos años de filmar Bienaventurados (corto de ficción) me propuse escribir un largometraje. Aunque ya tenía guiones, quería empezar algo desde cero que reflejara cómo me sentía en ese momento. Tardé varios meses en hacerlo y se lo presenté a Luis Zorraquín y a Patricia Rzeznik. Así comenzó este largo camino de años para llevarla a cabo. Participamos en el concurso de ópera prima del INCAA, pero no tuvimos suerte y decidimos hacerlo de forma independiente. En ese tiempo nació CRIO (productora de Luis y Remo Albornoz) y se sumaron Agustina Pont Lezica, y luego Natalia Ruiz.
-¿Cómo seleccionaste al cast?
-Los protagonistas son de Buenos Aires, pero la mayor parte del elenco nació, vive o tiene algún vínculo con San Martín de los Andes, esa era mi intención. Fue clave el trabajo de Agustina Pont Lezica (productora y directora asistente), oriunda de SMA, que me abrió todos los caminos y me ayudó muchísimo. Parte del cast los elegí sin audición y, para otros roles, hicimos varios castings. Silvia Baylé me la presentó Luis Zorraquín (productor) Había participado en “Guaraní” le película de Luis. Ella es una grandísima actriz, versátil y con mucha experiencia. Era justo lo que necesitaba para el papel de Ana. Nos entendimos enseguida. Manuel Defelice me lo encontré en la calle durante una previa de Navidad y le conté que estaba escribiendo. Ya habíamos trabajado juntos en un cortometraje hace muchos años. En ese momento supe que era perfecto para el rol de Ramón. Además de gran actor, es músico como el personaje que interpreta. Clara Trucco me fue recomendada por Agustina. Estábamos buscando actrices, en San Martín, que también fueran músicas. Era una combinación difícil de encontrar. Convocamos a Clara y fue genial. Es una artista multifacética con un talento puro. Antonella Fittipaldi participó en una audición que realizamos en Buenos Aires, ya habíamos hecho otra en San Martín. Además de ser talentosa, tenía la expresividad emocional justa que necesitaba el personaje. Los chicos (Albertina Matilla, Lucas Sánchez y Mailen Díaz) fueron seleccionados a través de varios castings que realizamos allá. Estudiaban teatro con Mariano Tenaglia, actor y dueño del Piccolo Teatro, quien también tuvo una aparición en la película. Por último, el médico (Julio Vimo) vive en San Martín de los Andes y aproveché su experiencia como médico para darle vida al personaje.
-¿Qué fue lo más difícil del rodaje?
-Lo más difícil del rodaje fue el tiempo limitado que teníamos para filmar. Al segundo día de rodaje tuve que adaptar el guion porque nos dimos cuenta que no llegábamos. Me tomé un día para pensar, y reescribir. Lo viví como si estuviéramos en un bote que se está llenando de agua y tenía que soltar peso para llegar a destino. Lo primero que se descarta es lo que sobra. Saqué escenas y mantuve el foco en poder contar la historia. Fue clave la experiencia y la valentía del equipo, liderado por nuestra gurú Patricia Rzeznik (productora y directora de producción). También se sumaron estudiantes, con mucha experiencia y profesionalismo, del tercer año de la ENERC Patagonia Norte.
-La película cuenta con una estética e imagen cuidadosamente elaboradas. ¿Era algo que deseabas que se destacara?
-Cuando escribí el guion, ya tenía en mente que la estética sería protagonista. La combinación de la Patagonia y el otoño son un cuadro por sí mismos. La calidad de la imagen se logró gracias a la magia de Remo Albornoz, nuestro director de fotografía, un talento innato que también manejó la cámara y el foco de manera excepcional. Habíamos hablado sobre la estética, previamente, yo había hecho varios scoutings y lo trabajamos sobre ese material. Lo mismo ocurrió con Natalia Ruiz, directora de arte y vestuario, quien tiene un ojo increíble. Ya habíamos trabajado juntos en «Bienaventurados», un cortometraje que filmamos en el delta. Y el toque final fue la colorización, que también fue realizada por Remo.
-¿Cuáles son tus expectativas con el estreno nacional?
-Es una película pequeña, pero con un gran corazón. Creo que el público se va a conmover. Mi expectativa es que llegue a mucha gente, y por sobre todo que se vea en los cines. La idea es que viaje por todos los espacios INCAA y cineclubes de Argentina. Después del estreno nacional en Gaumont, la película se va a su tierra natal, al Centro Cultural Cotesma de San Martín de los Andes, donde estará una semana.