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Por Marcelo Cafferata

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Conocimos a Maite Alberdi en un BAFICI porteño con la presentación de “La Once” un documental cuyo título refiere a lo que los ingleses llamarían el famoso té de las cinco.

Una merienda coqueta en la que un grupo de amigas se reúne a charlar de sus vidas y que a lo largo del tiempo, no solamente traza una memoria colectiva sino que también puede retratar sus historias individuales, de amor y desamor, de felicidad y de golpes duros, que sirven de vehículo perfecto para hablar también del paso de las diferentes décadas en la sociedad chilena, atravesada por una particular dictadura y de la que no se libra este retrato femenino signado por una historia donde el machismo ha dejado su marca.

En “La Once” los temas centrales son los recuerdos, la vejez, el paso del tiempo, la enfermedad y la muerte sin olvidar que Alberdi construye siempre el retrato de cada una de las amigas sin olvidarse de incluir una referencia social y de contar la historia cargada de actualidad. En su otro trabajo, “Los Niños”, también vuelve sobre el paso del tiempo y la mirada grupal contextualizada, siguiendo el día a día de un grupo de adultos con síndrome de Down que comparten clases en un mismo colegio y luchan por esa tensión que siguen ejerciendo los padres de no darle la libertad dentro de su vida adulta.

Ahora es el turno de “EL AGENTE TOPO”, que representa a Chile en la carrera por el Oscar a la Mejor Película Extranjera (y que ha quedado seleccionada entre las quince posibles nominadas) donde, bajo una aparente trama de ficción, se esconde su registro con una profunda mirada de documentalista. Alberdi vuelve sobre las que parecen ser sus obsesiones como autora y sus marcas de estilo: el paso del tiempo, la vejez, el deterioro, los espacios cerrados, el espíritu grupal y fundamentalmente, el contenido social del que nunca se aparta.

En este caso, Rómulo, un detective privado comienza a hacer un casting entre personas de la tercera edad proponiéndole vivir por tres meses en un geriátrico para desarrollas algunas tareas de “espionaje”: una mujer ha contratado los servicios con el objetivo de saber si su madre está siendo realmente bien atendida en ese centro asistencial.

Alberdi apela durante todo el primer tramo al humor y a momentos hilarantes cuando Sergio, el anciano seleccionado para la misión, tenga que lidiar con recursos tecnológicos y herramientas que cualquier “espía” dotado debe saber manejar para luego, internarse en un relato doloroso y profundo en el mundo de la tercera edad. Entre tantos otros elementos, el olvido que sufren los ancianos de parte de sus propias familias, el maltrato que se les da en mucho de esos centros que los mantienen sobremedicados o con problemas en la alimentación a pesar de los elevados costos que muchas familias pagan, son los elementos en los que se apoya la directora para dar testimonio de lo que sucede puertas adentro del geriátrico.

Nuevamente Alberdi borra las costuras propias del documental, su cámara se introduce en el ambiente tan armónicamente, que no se siente forzado y en casi todos los momentos perdemos conciencia de que allí hay una directora y su equipo registrando lo que sucede.

Y lo más interesante es que las preguntas van apareciendo dentro del espectador sin que haya ningún subrayado en el guion o una particular toma de partido ¿Qué pasará con nosotros cuando seamos viejos? ¿Cómo enfrentar la soledad y el “olvido” familiar? ¿Tendrán nuestros hijos, nuestros nietos, tiempo y ganas para estar con nosotros? ¿Nos hacemos nosotros el tiempo necesario para acompañar a nuestros mayores o nos dejamos arrastrar por los compromisos y obligaciones? ¿Cuáles son las sensaciones, las emociones y los sentimientos que aparecen en los ancianos y cómo se les da cabida en una institución de esas características?  La cámara saber retratar sus deseos, la necesidad de compañía, los recuerdos de otras épocas, la posibilidad de que surja un sentimiento amoroso (no) correspondido, sus pasatiempos y por sobre todo, la  cotidianeidad, la camaradería y los pequeños lazos de amistad que van surgiendo dentro del grupo.   

Mediante el retrato del día a día de nuestro “espía” junto a sus compañeros de la clínica, Alberdi va construyendo sus diferentes hipótesis y desarrollos, dejando libre al espectador de arriba a sus propias conclusiones para dar respuesta a cada una de las preguntas que aparecen frente a la observación minuciosa del ojo de Alberdi detrás de la cámara, siempre dispuesto a dar una mirada compasiva, contenedora y cálida sobre temas tan dolorosos como reales.

Allí está su cine para visibilizar lo que muchas veces no queremos ver, fiel testimonio de nuestro tiempo, de nuestra historia y de la vida misma.

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