Por Marcelo Cafferata.
Pocos directores pueden indagar tan asertivamente sobre el universo de aquellos que hemos pasado (incluso largamente) los cuarenta: el catalán Cesc Gay ha demostrado en su cine una capacidad versátil y sensible para retratar problemas alejados de los cánones del mercado y adentrarse en historias personales de cuarentones atravesando sus propias crisis, logrando poner emoción a ese universo de sentimientos masculinos poco abordado en el cine actual.
Luego de su sorpresa con “Krámpack” deliciosa coming of age de pura adolescencia y despertar sexual, siguieron retratos íntimos de relaciones amorosas, conflictos vinculares y desafíos personales como su coral “En la Ciudad”, la hermosísima “Ficción” y sobre todo en los logrados duetos de “Una pistola en cada mano”, para llegar a “Truman” con Javier Cámara y Ricardo Darín, aquella película en donde ha logrado no solamente llamar la atención de la crítica sino también una calurosa recepción masiva de público en donde una vez más logra una historia emotiva, con mucho humor y momentos deliciosos.
En teatro, Cesc Gay es el dramaturgo de “Los vecinos de Arriba” (que pronto tendrá su versión cinematográfica con Griselda Siciliani) donde vuelve sobre las obsesiones de los que pasaron los cuarenta enfrentando los problemas propios de la pareja y el matrimonio, de esas fantasías sexuales que van perdiéndose con el desgaste de la convivencia y la rutina y del mundo de los otros que siempre parece mejor que el propio.
Con todo este recorrido sorprende positivamente, a priori, el planteo inicial de Cesc Gay para su debut en la pantalla chica con “FELIX”, una miniserie completamente alejada de su estilo personal donde funciona a la perfección ese tono agridulce que tan bien logra; para virar ahora en un thriller estéticamente impactante, con mucha intriga y hasta algún toque sobrenatural.
Félix (Leonardo Sbaraglia) llega a Andorra -una geografía especial, no sólo por el paisaje montañoso y nevado, sino también por ser un pequeño territorio atravesado por sus culturas fronterizas- con el objetivo de estar más cerca de su hijo y recuperar ese vínculo del que estaba ajeno. Argentino, profesor de Literatura y escritor, ha logrado instalarse allí, llevando una vida aparentemente tranquila, hasta que conoce a una enigmática mujer asiática May Lin/Julia, que se cruza en su camino y de la que queda completamente cautivado. De pronto ella desaparece y Félix transforma esa búsqueda, en una idea fija que lo tiene tomado por completo.
Cesc Gay se nutre de ese aire hitchcockiano en donde en dosis iguales, trabaja sobre la obsesión en la búsqueda de un amor perdido (hay algo de ese amor fou que impulsa al protagonista de “Vértigo”) como en el planteo de sumergir a un hombre común, con una vida común, en un remolino de situaciones que lo van llevando a convertirse en un detective amateur que hasta logrará movilizar a las fuerzas policiales con esa pesquisa incesante (en donde muchos verán elementos de “North by Norwest” o “El hombre que sabía demasiado, sólo para mencionar algunos puntos en común con el maestro del suspenso) a la que devotamente dedica cada segundo de su vida.
Al mismo tiempo, Cesc Gay apuesta a una narrativa absolutamente diferente a su estilo urbano y realista, para volar con un relato que fluye en distintas direcciones y va adoptando diferentes tonalidades. Elije desmarcarse de los cánones del género y diferenciarse, sobre todo, porque el vector que mueve a nuestro protagonista no es resolver el típico “whodunit” – ¿quién lo ha hecho? – sino saber por una lado, que sucedió con la persona con la que quedó flechado y de la que además espera un hijo, pero por el otro, contrastar que tanto de lo que relata es real y cuánto ha sido completado con su propia fantasía de su discurso amoroso.
Las piezas del rompecabezas giran y se reordenan delicadamente, sin los sobresaltos y los golpes típicos de un thriller: en la construcción que propone desde su guion, hay una apuesta a lo sutil, incluso en los toques de comedia tan propios de Gay (a cargo del compañero de aventuras de Felix, Pere Arquillué, en un perfecto arquetipo de antihéroe y camarada inseparable del protagonista) para internarse en esa obsesión romántica de búsqueda por el amor perdido, a través de ese misterio que se va complejizando a medida que avanza la historia, sin apelar a la receta fácil de acumular golpes de efecto en el primer capítulo para “enganchar” al espectador.
Nada responde a los esquemas tradicionales, sino que por el contrario, “FELIX” es una historia a la que deberá darsele tiempo e ir avanzando con la cadencia que propone la trama e ir recorriendo cada uno de los misterios y las diversas hipótesis que se van manejando a medida que Félix va desenmarañando la historia de esta Julia / May Lin de la que está completamente enamorado pero parece tener muy pocos elementos que jueguen a su favor y muy pocos datos que lo ayuden a rearmar el entramado que la envuelve.
Si bien carece de un suspenso del que podríamos llamar “tradicional”, la mezcla de géneros es lo que potencia a la historia hasta llegar a un cuarto capítulo en donde se desarrolla una escena onírica en el paisaje nevado de esa Andorra tan enigmática como la desaparición de Julia, esa geografía perfecta para una secuencia visualmente deslumbrante y que marca la diferencia con cualquier otra serie del género.
Tanto el riesgo en el tono narrativo como en esa búsqueda precisa de escapar a las vueltas de tuerca y los golpes de efecto de último momento, es lo que hacen que “FELIX” tenga un aire diferente y que Cesc Gay logre instalar el ritmo de thriller donde se entremezclan los policías, la mafia oriental, una red de prostitución, paraísos fiscales, las potencias que mueven el dinero y las finanzas, sin olvidar que su centro, su eje principal y lo que moviliza la trama es esta historia de amor inusual, con una tenacidad el nuestro “héroe” de llegar al fondo de la cuestión.
El gran aliado de Gay es indudablemente un Leonardo Sbaraglia entregado a un personaje que pasa por todo un arco emocional complejo, capítulo a capítulo, y que logra momentos conmovedores y se luce en sus pasos como “detective” que no tiene miedo de seguir los rastros de Julia hasta las últimas consecuencias.
El elenco se completa con muy buenos trabajos de Ginés García Millán, Ana Wagener y Pedro Casablanc aunque lo que más debe destacarse, además del tour de forcé de Sbaraglia es la delicada puesta en escena y la perfecta fotografía y aun cuando pensemos que el cuarto capítulo tiene todos los elementos para cerrar la historia de una forma ensoñadora y perfecta cargada de poesía, los dos capítulos posteriores avanzan sobre una trama en donde Gay también se permite abordar el revés de la trama para un romance que deja ese sabor particular de la obsesión enfermiza, la búsqueda de la verdad, enfrentar lo imprevisible, el costado más oscuro y porque no también… la culpa.