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Por Marcelo Cafferata.

Desde las primeras escenas que plantea el realizador chileno Nicolás López en “DULCE FAMILIA”, se percibe un aire de comedia televisiva de trazo grueso y un tono sumamente desacertado que el guion de Nicolás López y Guillermo Amodeo va subrayando cada vez más, a medida que transcurre la historia.

La historia gira alrededor de la madre de un clan con tres hermanas, en una familia en donde los hombres parecen no estar demasiado presentes (tienen un rol bastante desdibujado e impreciso) y quien dirige toda la orquesta es Verónica Trujillos, una estrella y diva de la televisión, que ha logrado sucesos que han llevado a la cima del rating a un importante canal de televisión. Con el paso de los años ha quedado presa de su propia imagen y su terror a envejecer y es el momento en que le toca vivir una etapa compleja en su carrera cuando le propongan el co-protagónico de una serie en donde deberá dejar su lugar central para ser la madre de la protagonista, una estrella brasilera en ascenso que es contratada por la cadena televisiva como la nueva figura de la emisora.

Pero fundamentalmente, lo que propone “DULCE FAMILIA” –título que no solamente apela irónicamente a los vínculos tirantes entre madre e hijas y entre las mismas hermanas sino que también hace alusión al tema de los desórdenes alimenticios y los productos cargados de azúcares- es una mirada en ritmo de comedia a los problemas de sobrepeso que debe enfrentar la protagonista, Tami (Fernanda Castillo) quien querrá bajar por los menos diez kilos antes del día de su boda con Beto (Vadhir Derbez) porque sueña con ponerse el vestido de novia que fue de su madre quien se lo prometió en préstamo, si logra su objetivo.

Sus hermanas son Bárbara –ya condenada desde el nombre- (Regina Blandón) una nutricionista que ha inventado una aplicación para los celulares como seguimiento de un programa para combatir el flagelo de la adicción a la comida –utilizando los métodos más extremos con tal de lograr sus objetivos- y Alejandra (Paz Bacuñan), una madre que no puede aceptar los kilos de más en su hija que, un poco por rebeldía y otro poco para llamar la atención de su madre, ingiere todo lo prohibido, come a escondidas, roba para comprarse todos los “permitidos” que su madre le anula y que de una manera u otra, propone aceptarse tal cual es sin necesidad de ajustarse a los cánones y los modelos que impone el sistema –discurso que luego la propia película tirará por la borda en las escenas finales-.

“DULCE FAMILIA” se enfrenta con problemas de todo tipo como para poder presentarse como un producto cinematográfico. Con algo mucho más cercano al ritmo de un telefilm no demasiado logrado, el relato tropieza torpemente con ciertos planteos esquemáticos y de manual, sin poder profundizar ese aire liviano de comedia pasatista, y deja abandonados al libre albedrío,  temas que requieren un desarrollo mucho más comprometido. Se plantean no solamente algunos problemas de vínculos familiares sino otros mucho más complejos de abordar con esa brocha gorda que le imprimen los guionistas como el sobrepeso, la exigencias estéticas, el bullying, la poca aceptación tanto del afuera como del propio entorno familiar de todo lo “diferente” y los sobrevuela con un tono tan liviano y tan precipitado que raya permanentemente la falta de respeto.

Lejos, muy muy lejos de su Doña Florinda para la vecindad del Chavo o de la Popis, Florinda Meza luce acartonada, sumida en una caricatura grotesca de sí misma, con una tonelada de cirugías estéticas que hasta le han borrado todas su facciones y hasta incluso luciendo un vestuario que pasea incómodamente aún con su encanto y su delgada figura, internado organizarse con unos diálogos sumamente desafortunados que no le permiten el menor lucimiento y más allá  de sus personajes populares, no parece tener demasiadas dotes para la comedia.

Podría apuntarse de “DULCE FAMILIA” que cae en todos los clichés que pudieran imaginarse, que no logra encontrar el humor si no es con premisas y consignas de trazo grueso y lindante con el mal gusto aunque su puesta sea colorida y con aire familiar y que ni siquiera se anima a hacer una crítica a los caprichos de la moda y de la figura que la sociedad impone, códigos en los que sus propios personajes quedan atrapados.

Seguramente podríamos señalar todo eso, pero lo que más importa destacar es que en tiempos donde todos los productos artísticos intentan cuidar el rol de la mujer y dar un lugar de reconocimiento que permita alejarse de la cosificación y que apuntale todo lo que los movimientos se encuentran propiciando, cuando hoy se habla de integración y orgullo para incluir la diversidad sexual y abordar esos temas con madurez y respeto, asombra y mucho, que el tema de la gordura sea impunemente presentado en un producto cinematográfico como un espacio habilitado para la burla, para la falta de respeto, para la intolerancia extrema y para abrir esa puerta que permite la discriminación, el rechazo y la deshumanización: todo tratado con un grado de irresponsabilidad que realmente sorprende.

Pareciera ser que los kilos de más habilitan a que haya quienes puedan creerse superiores por lograr un cuerpo más armónico, lucir ropa más cercana a lo que impone la moda, respondan mejor a los cánones de esta sociedad de consumo y desde ese lugar tan desacertado contar una historia como lo hace “DULCE FAMILIA”.

POR QUE NO:

«Se enfrenta con problemas de todo tipo como para poder presentarse como un producto cinematográfico»

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