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Por Marcelo Cafferata

El cuento de Carlo Collodi vuelve a hacerse presente con una nueva adaptación cinematográfica, que fundamentalmente cuenta con la difícil tarea de encontrar una lectura diferente a este cuento clásico que ya tiene una marcada impronta de la versión de los Estudios Disney de 1940, cuyos personajes animados forman parte del imaginario colectivo.

Esta nueva versión está a cargo de Matteo Garrone, un director que supo estar presente en el Festival de Cannes con sus trabajos “Reality”  “Dogman” o aclamado por la crítica por su trabajo en “Gomorra”, en los cuales exploró ambientes y personajes marginales con una fuerte carga de violencia y oscuridad. Desde ese lado, sorprende que tome este desafío de modelar a este clásico pero sin embargo, también sabemos que Garrone cuenta, entre sus antecedentes, con la inmersión en el terreno de la fantasía con su realización de “El cuento de los Cuentos” (2015).

Para abordar este nuevo “PINOCCHIO” debemos tener en cuenta diferentes características que aparecen en su lectura total: por un lado vemos grandes aciertos pero, por otro, hay decisiones de la puesta que desentonan completamente con la idea general de la adaptación. Entre los puntos destacables puede mencionarse que la totalidad de los rubros técnicos presentan un nivel de excelencia y han sido justamente, los que han permitido que esta producción se alzara con cinco David De Donatello –el premio más importante de la industria italiana- al mejor Maquillaje, Diseño de Producción,  Vestuario, Peluquería y Efectos Visuales.

Pero uno de los principales tropiezos reside en la falta de claridad sobre el público al que va dirigida la propuesta, sobre qué destinatario está construido el  filme de Garrone. En un primer acercamiento, no tiene absolutamente ningún atractivo para el público infantil: ni su ritmo narrativo, ni la construcción de los personajes, ni la paleta de colores utilizada, ni el sombrío diseño de arte hacen que el producto luzca destinado como una propuesta infantil.

Por otra parte, tampoco llega  a ser una película que podría elegir el público adulto ya que no propone una alegoría o una metáfora basada en el cuento, sino que se ajusta exactamente al clásico de Collodi. Es decir, narra las peripecias por las que atraviesa el personaje de Pinocchio  al haber desobedecido las reglas y sobre todo, por “traicionar” al personaje del Grillo que juega como consejero y que, en ciertas otras versiones, se había presentado más fuertemente como la voz de la conciencia.

Garrone elige por momentos subrayar una estética de lo desagradable, muy cercana a poner el acento en lo freak, que si bien permite el lucimiento de una propuesta diferente, queda demasiado poco amigable para el público más menudo. Lo mismo sucede con el excelente trabajo de maquillaje que no apunta en ningún momento a congraciarse con los más pequeños de la familia sino que, por el contrario, acentúa lo grotesco y el costado más incómodo de cada personaje.

De alguna forma, este halo de marginalidad y de pobreza que sobrevuelan al Zorro, al Gato y al propio Gepetto junto con el ambiente de circo en general -que no se lo muestra como un espectáculo visualmente imponente, sino que por el contrario se construye desde colores opacos y en la gama de los grises-, y que se complementa a su vez con la falta de brillo del Hada Madrina a quien se la muestra sumida en una tristeza y añoranza por la infancia perdida, es la marca que deja Garrone, vinculándolos con los personajes de sus otros trabajos de ficción.

En Collodi está muy presente la avaricia como mecanismo de pulsión, el poder, las situaciones de abuso y los caminos por los que lleva la desobediencia y esto  genera momentos macabros en los personajes y un mensaje difícil de transmitir a la platea más menuda que sólo puede encontrar algún descanso en algunos momentos más luminosos en el vínculo entre Gepetto (a cargo del siempre exagerado y desbordado Roberto Benigni) y Pinocchio, en una relación padre-hijo que logra momentos de fina sensibilidad. 

El “PINOCCHIO” de Garrone tiene un increíble despliegue técnico pero los elementos tenebrosos y la exacerbación de lo sombrío, llevados a un extremo que en algunos momentos puede rozar lo desagradable, completa una película que no puede ser ampliamente recomendada al público infantil y que tampoco tiene demasiados atractivos –más allá de su impecable fotografía y los ajustados rubros técnicos- en su nueva mirada de la clásica historia como para impactar en la platea adulta.

POR QUE SI:

» Increíble despliegue técnico «

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