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Por Rolando Gallego.

David Lynch bucea en Inland Empire (2006) la duplicidad de los sujetos a partir de la historia de una actriz (Laura Dern) que deberá interpretar un rol en una película en la que puede quedar atrapada sin saber realmente porqué.

Producida por la propia Dern y con participaciones de un gran cast, en el que se destacan Jeremy Irons, Justin Theroux, Julia Ormond y los habituales Grace Zabriskien y Harry Dean Stanton, esta críptica producción invita al espectador a introducirse en las pesadillas de la protagonista, y desde allí reconfigurar su universo, un mundo en donde la violencia de género, la seducción y la ambición, se codea con las pasiones más ocultas de los personajes.

Rodada en digital, con una estética que impacta por lo descuidada,  se perciben las ganas de Lynch de experimentar en el formato, con planos tan cercanos que abruman y la cámara siguiendo la mirada de los personajes en reiteradas oportunidades.

Película experiencia, de esas que poco se puede decir, porque cada espectador deberá realizar su propia lectura, sí hay que destacar que por momentos el fárrago de imágenes posee una lógica y conexión, pero muchas veces no.

Este punto tiene que ver con ese doble que amenaza y acecha y que se subraya por ejemplo en esas pesadillescas imágenes de conejos cual sitcom, que por momentos son mediatizadas a través de la televisión que uno de los personajes mira, pero por otros es parte de una puesta teatral que continua la línea de diálogos y escenas que a protagonista interpreta en la película que participa.

Confundida, duplicada, con ansías de explorar en aquello que se le presenta ante sus ojos, el híbrido de géneros conecta con el realizador en su etapa más experimental y de guerrilla, la que, sin dudas, nos ha ofrecido sus mejores producciones y esta no dista mucho de ellas.

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