Por Marcelo Cafferata
A simple vista, el primer problema con el que tiene que lidiar uno de los nuevos estrenos de Netflix, la serie “LAS DE LA ÚLTIMA FILA” es el tema de cómo enfrentar un diagnóstico de una enfermedad con tan “mala prensa” como el cáncer.
Daniel Sánchez Arévalo (el director de filmes como “Gordos” “Azul Oscuro Casi Negro” o la reciente “Diecisiete”) rápidamente zanja este problema haciendo un pacto que sirve tanto para las protagonistas como para los espectadores: no se hablará del cáncer y las cinco amigas de toda la vida, saldrán a su semana juntas, todas rapadas.
De esta forma, a las historias de Sara, Alma, Carol, Leo y Olga, se irá sumando la pequeña intriga que se va deslizando a través de los seis episodios sobre quién de ellas es la que padece esa enfermedad y que está pronta a iniciar su tratamiento de quimioterapia.
Además del pacto de no hablar de la enfermedad, se proponen poner en un cofre cinco papelitos –uno escrito por cada una de ellas – que le darán un reto a cumplir, algún asunto pendiente que deberán realizar juntas, sin excepciones y todas por igual. También Arévalo desde el guion intenta escapar a las listas típicas de los últimos deseos y de aventuras pendientes (antes de partir), tratando de evitar las convenciones y los lugares comunes. Al menos, si le es imposible no dejar de pasar por algunos de ellos, lo hace con una mirada fresca y diferente, sin caer en ningún momento ni en el lamento, ni en la melancolía ni en el golpe bajo, aunque durante todo el trayecto siempre está presente el tema de la finitud y la vulnerabilidad propia de cada uno de nosotros.
De todos modos, Daniel Sánchez Arévalo como guionista y como director de la propuesta, gana en el humor, la inteligencia, la frescura y la mirada cómplice con la que se desarrolla “LAS DE LA ULTIMA FILA”. No es simple poder describir el universo femenino de la manera en que lo aborda Arévalo en esta nueva creación en la que rápidamente logra poner en imágenes y en forma muy precisa, el significado de sororidad: un concepto del que tanto se habla pero que muy poc@s realizador@s han podido sintetizar sin discursos ni sermones, sino sencillamente con las sensaciones que transmiten estas cinco mujeres tal como son.
Tampoco muestra mundos ideales ni perfectos (más allá de que evidentemente, por ejemplo, ninguna de ellas atraviesa problemas económicos sino que muestra una visión más bien acomodada en ese sentido): rápidamente las adoptamos tal cual se nos presentan: con sus angustias, sus anhelos, las dudas, los miedos, sus incertidumbres y sus fortalezas, utilizando a este grupo como la posibilidad de presentar en ellas un arco de situaciones en las que cada espectador se sienta inevitablemente reflejado.
Otro acierto del guión es romper la típica estructura narrativa para zambullirnos en algunas conversaciones internas, pensamientos, charlas que comienzan a tener con sus interlocutores como si realmente estuviese ocurriendo, generando una sensación de libertad narrativa y de no apegarse puntualmente a ningún esquema tradicional.
Si bien las cinco actrices protagónicas no son muy conocidas en nuestro país por sus trabajos anteriores, el nivel que despliegan es para querer seguirlas viendo en más series y más películas. Cada una de ellas tendrá sus momentos de lucimiento y de poder desarrollar su personaje y, en ese sentido, también el guion calcula inteligentemente cada momento de forma tal que en el resultado final no sea fácil indicar quién ha sobresalido por encima de la/s otra/s.
Mónica Miranda (“Todos los saben”) es Alma, una influencer que se maneja como pez en el agua y cuenta sus intimidades en su canal, abiertamente lesbiana con alguna cuenta sexual pendiente con Sara (musa inspiradora del cine de Jonás Trueba “La reconquista”, “La virgen de Agosto”), felizmente casada y madre de una hija con la que tiene un vínculo especial.
Carol (María Rodríguez Soto, “Los días que vendrán” vista en la última edición de Hispanoramas) es quien abra el campo a la reflexión sobre las relaciones de pareja adultas, la insatisfacción y algunas concesiones e incomodidades en su matrimonio encuentra su lado opuesto en Olga (Godeliv Van Den Brant) que es quizás la que tenga más en claro el sentido de la libertad en todo el grupo.
La chispa y la explosión queda a cargo de Mariona Teres, con su Leo que es el personaje que no responde a la norma y que se asumen (lo más que puede) en sus imperfecciones y disfruta de la vida aún con un físico con el que lucha pero del que se sabe reír y con una de las historias familiares más duras que presenta la serie. Como si ya no fuese suficiente con estas cinco actrices enormes, aparecen en roles secundarios la siempre perfecta Carmen Machi, Michelle Jenner, Antonio de la Torre, Macarena García o el cameo de Paula Ribó (o Rigoberta Bandini) haciendo casi de sí misma.
Ellas cinco, con cada uno de los papelitos, de esos deseo que deben cumplirse para saldar esa cuentas pendientes internas que todos tenemos (el capítulo 4 en ese sentido logra dar una vuelta sensible y emotiva sobre sacarnos las mochilas de todo lo que nos agobia y seguimos posponiendo), irán haciendo su propio viaje interior, (re)descubriéndose permanentemente. Y… de alguna manera, invitarnos a participar de ese viaje a todos nosotros y salir modificados cuando termine el último capítulo y nos deje con ganas de más.