Por Rolando Gallego
Sobre la base de los “escombros” del musical cinematográfico, Steven Spielberg reinventa el género sin más ni menos que apelar a los rasgos más característicos y potentes del género, con una nostalgia que sale de la pantalla y envuelve a los espectadores.
Parecía una tarea riesgosa la de traer al Siglo XXI el clásico musical de todos los tiempos “West side story”. También podría sonar a capricho la férrea decisión del director de los más clásicos films de todos los tiempos de volver a contar esta historia de amor inoxidable.
Pero con el solo inicio del relato, en el que las ruinas de un edificio demolido, que reúne a las dos bandas enfrentadas en la historia donde la búsqueda de identidad y defensa de las diferencias, vuelve a cobrar sentido en un mundo post pandémico donde la derecha avanza a paso firme.
Que sobre la base de esas ruinas iniciales Spielberg decida construir su musical, no es una idea ingenua, es un posicionamiento político frente al género, frente al cine, es una declaración de amor a su profesión, como ya viene haciéndolo con su últimas producciones en las que cada vez más se ciñe a los elementos constitutivos de los géneros que elige.
María y Tony (Rachel Zegler, Ansel Elgort) se aman, desde el primer momento que se ven. Pero no pueden hacerlo. Porque sus intereses son completamente opuestos. O al menos así quieren hacerle creer sus familias. Hermano sobreprotector, amigos que llevan por el mal camino, su amor podría ser la luz de esperanza para que las bandas rivales dejen de competir entre sí y ocasionar daños irreparables.
El “West side story” de Spielberg tiene momentos de baile y música increíbles, pero no forzados, las canciones, en inglés, castellano y spanglish, hablan de un multiculturalismo propio que reinventó la idiosincrasia de un país que inevitablemente tuvo que aceptar el ingreso de otras miradas.
La versión actualizada, además de contar con una cuidada reconstrucción de época y un brillo que trae una vez más al musical como realmente se merecía hacerlo, dialoga con la agenda actual de género, de conquistas, de diferencias, de diversidad, potenciando cada una de las canciones en la voz del talentoso cast seleccionado por el realizador.
Película espectáculo, amor sin barreras, Spielberg construye, como nunca, una épica sobre los sueños y los deseos, pero también sobre elegir el camino más allá que los mandatos y las decisiones de los demás quieran torcer los destinos.