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Por Marcelo Cafferata

Son las voces de los otros los que van construyendo el retrato de “MARI” con datos concretos, con suposiciones, a través de comentarios, con esas sustanciales diferencias entre lo que se traza puertas afuera y lo que sucede puertas adentro del hogar.

El Festival Construir Cine nos da una nueva posibilidad de acercarnos al documental de Mariana Turkieh y Adriana Yurcovich, un trabajo que registra el camino que emprende la protagonista para salir del maltrato y la desvalorización: la historia de una mujer que representa y le da voz a la historia de muchas otras que quieren transitar el mismo camino.

Mari decide tomar las riendas de su vida pidiendo “refugio” en la casa de las directoras, en la que trabajaba como doméstica con retiro desde hace ya mucho tiempo. Ellas confían en que su propio relato, en primera persona, será suficientemente potente como para mostrar que existe siempre una posibilidad concreta de dejar atrás un ambiente de estigmatización y violencia doméstica, para ir recuperando los deseos propios, la posibilidad de volver a soñar… y concretarlo.

Poco a poco Mari  encuentra un nuevo espacio dentro de la casa y así comenzará a apropiarse de su habitación, decorarla, vivirla, aclimatarse a un ambiente totalmente nuevo dentro de la casa de las propias documentalistas que la cobijan y comienzan a registrar con el ojo de su cámara este notable cambio.

No solo es un nuevo espacio físico sino que todo comienza a moverse, se van cayendo algunos rótulos de aquellos puestos desde el afuera (“la separada”, “la que sale con un tipo”) y así Turkieh y Yurcovich exploran las múltiples formas de la nueva libertad: desde finalizar su escuela primaria, comenzar a salir con amigas, sentirse dueña de su vida y hasta poder volver a soltar una carcajada hablando de sexo.

Esa es definitivamente la fuerza que se presenta poderosa, vital: la posibilidad de volver a reir como una de las imágenes más tiernas y conmovedoras del documental.

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