Tiempo de lectura: 6 minutos

Por Marcelo Cafferata.

Por motivos de público conocimiento el 7 Festival CONSTRUIR CINE se desarrollará de manera online del 6 al 13 de mayo y de forma gratuita en la plataforma www.octubretv.com . Aquí una pequeña mirada sobre algunos títulos en competencia de la interesante y plural selección que presenta la edición de este año.

PLANTA PERMANENTE

De Ezequiel Raduzky

Largometrajes Nacionales

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Un título inédito que calza a la perfección con la temática del Festival. Una radiografía del mundo laboral actual –básicamente basado en las injusticias y en la voracidad con que se vulneran los derechos de los trabajadores-, en el marco no de una empresa privada (como suelen abordar el cine de Cantet o de Brizé) sino dentro del propio Estado.

Un Estado que debiese sostener y apoyar criteriosamente un marco laboral que priorice la justicia social, éticamente mucho más transparente que cualquier empresa privada y que el excelente guion de Radusky junto a Diego Lerman, permitirá demostrar que sucede todo lo contrario.

Un Estado que privilegian amiguismos, decisiones políticas, devoluciones de “favores”, dedocracia y el espíritu de manipular información, datos y recursos humanos sólo en función de poder mejorar las estadísticas o mostrar logros para la gestión aun cuando no sean los propios ni hayan sido los objetivos iniciales.

El marco de la  historia se dará en tiempos donde asume una nueva funcionaria con grandes promesas de cambio dentro de un organismo del estado provincial: y con los bríos de esta nueva gestión, la nueva directora en sus recorridas de reconocimiento dentro del edificio descubrirá que Lila y Marcela cocinan en un improvisado comedor dentro de la repartición y venden el almuerzo a los trabajadores, generándose un ingreso extra  y beneficiando a sus compañeros con comida casera y más económica que en cualquier bar de la zona.

La primera pregunta que dispara la directora cuando sorprendida, conoce el lugar es: “…pero esto lo hacen en horario de trabajo?”, lo que ineludiblemente hace pensar que los vientos de cambio arrasarán con este irregular emprendimiento en un breve plazo.

Este comedor pasará a ser el botín de guerra entre dos amigas atrapadas en una gestión gubernamental que no por nueva dejará de ser acomodaticia y corrupta, que irá desembocando en tragedia personal para ellas y por supuesto, para el propio sistema.

Radusky no solamente refleja las grietas profundas dentro del sistema sino que además se adentra en el conflicto personal de las protagonistas, en esa guerra que se desata de “pobres contra pobres” propiciada por el propio sistema con decisiones que apuestan al enfrentamiento para seguir dividiendo y reinar, para seguir sacando provecho.

Como una fábula con una dolorosa moraleja, “PLANTA PERMANENTE” plantea dramáticamente el avance de un Estado voraz sobre los recursos humanos que maneja a discreción, rompiendo e incumpliendo las propias reglas  que sí se les imponen a los particulares.

Un Estado, representado por funcionarios que, cuando les es conveniente, violan los derechos del trabajador utilizando contratos que el mismo Estado prohíbe pero que, cuando les representa un negocio lateral, no dudarán en utilizar todos los procedimientos burocráticos a su favor, para dejar afuera al más vulnerable.

Un retrato ficcional que, lamentablemente, se parece demasiado a nuestra realidad, con un Estado que parece no poder aplicar un marco regulatorio sano, que desconoce la ética y que sigue favoreciendo a “nuevos” funcionarios que se manejan con la misma impunidad de siempre.

LA GUERRA SILENCIOSA

de Stéphane Brizé

Largometraje internacional de Ficción

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En “LA GUERRA SILENCIOSA” Brizé construye a sus personajes desde una complejidad y riqueza que son imposibles de abordar en una sola dimensión: los enmarca dentro de sus propias (y humanas) contradicciones pero son personajes potentes que tienen bien en claro lo que quieren y están dispuestos a abrir el abanico de la polémica, abriendo la reflexión y el debate.

En el caso disparará su crítica social a la voracidad con la que las empresas y el mundo capitalista no ponen absolutamente ningún reparo en tomar a los trabajadores como meros objetos dentro de su cadena de producción. Mil cien trabajadores quedarán en la calle, pasando a ser un número completamente anecdótico dentro de su estrategia globalizada.

No es que la empresa tome este tipo de decisiones empujada por un contexto recesivo o de crisis en el país sino que sencillamente no está ganando lo que los accionistas esperan y los ratios no satisfacen a los inversores, el típico caso de la patronal que no quiere dejar de ganar lo esperado, aún a costa de tomar decisiones dolorosas para sus trabajadores y las familias.

Allí aparece Eric Laurent (en la piel del brillante Vincent Lindon, una vez más haciendo alianza con Brizé) quien carga en sus espaldas todo un reclamo de justicia laboral, sin ningún tipo de consecuencias: hace dos años los trabajadores han aceptado mediante un acuerdo, trabajar la misma cantidad de horas pero ganar menos y ahora sólo exigen que la empresa cumpla con su parte.

El gobierno no acciona, el tiempo pasa, los empleados se desgastan, se crean  fracciones generando el típico «divide y reinarás» que tanto favorece al enemigo, aparecen nuevos puntos de vista, situaciones de conflicto, brazos que comienzan a darse por vencido y Brizé se tomará dos horas, profundas y viscerales en las que no nos dará respiro, para ir dando paso a cada una de esas vivencias.

No sólo la labor de Lindon es admirable sino que se destaca la precisa e inteligente construcción del guion en el planteo de cada uno de los pasos y las alternativas que se suceden en las negociaciones, cada punto de vista en donde busca incomodar al espectador, poner en evidencia situaciones límites y descarnadas y plantear un mundo donde la fuerza de trabajo es una mercancía como cualquier otra y el ser humano no es más que otro recurso totalmente reemplazable.

La fuerza implacable del poder empresarial, el Estado ausente y la lucha por los ideales son algunos de los temas que Brizé toma, como cineasta comprometido con su tiempo, que no tiene medias tintas y que lleva saludablemente los planteos al extremo dibujando personajes con una fuerte carga moral, que no claudican fácilmente y con una profunda admiración por los principios y las convicciones.

Virtudes que tanto nos hacen falta en este tiempo

UNA BANDA DE CHICAS

de Marilina Giménez

Largometrajes Nacionales

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¿Qué tienen en común “Chocolate Remix”, “Ibiza Pareo” “Kobra Kei” Kumbia Queers” “Las Taradas” “Miss Bolivia” “Yilet” “She Devils” o “Las Kellies”? , todas ellas son “UNA BANDA DE CHICAS”.

Partiendo de la idea de un registro autobiográfico de su propia experiencia con sus amigas en la banda “Yilet”, Giménez se pone detrás de la cámara para analizar -a través de sus vivencias con este grupo-, cuál es el rol de las mujeres dentro de la música para dejarse atravesar por otras variables que le permiten plantear y redefinir el rol de las bandas de mujeres en la actual constelación artística.

Así, algo que comienza como una exploración personal, íntima y casi catártica sobre la separación de su propia banda, sirve de perfecto disparador para visitar la historia y la actualidad de otras bandas de chicas, a través de la voz y de la mirada de sus propias protagonistas.

Si bien el retrato intenta apuntar a lo estrictamente musical, la dificultad de insertarse en el medio, la posibilidad de ganarse un respeto en un mundo que pareciera estar diseñado solamente para hombres y que pudieran incluso superarse algunas experiencias traumáticas respecto al poder que sigue ejerciendo un patriarcado musical, es inevitable que aparezca a medida que conozcamos a cada una de las protagonistas, sus espacios más privados, más personales, que se abren inevitablemente, frente a la cámara inquieta de Giménez.

La directora no explora este mundo desde una mirada “outsider” que intenta entender este universo mirándolo desde afuera como una rara avis objeto de estudio, sino que lo conoce desde una pertenencia que marca fuertemente la posibilidad de meterse de lleno no solo en las bandas sino en las historias personales y que todo resuene armónicamente y en el mismo sentido.

Encontraremos, mezcladas con las anécdotas referentes a la música, sus deseos de maternidad y la realización de sus proyectos –sin duda la historia más llamativa, contada con dulzura y con una absoluta apertura frente a la cámara, es la de Pilar Arrese-, sus vidas de pareja, sus vivencias respecto del matrimonio igualitario, su lucha por la inclusión y la identidad, su militancia por el aborto legal seguro y gratuito, y su postura inquebrantable en defensa de los derechos de la mujer en todos los espacios de su propio cotidiano.

El documental se construye como un caleidoscopio de diferentes grupos musicales presentando una cierta dispersión de la narración cuando intenta abordar los temas secundarios pero indudablemente, el principal logro de este trabajo es mostrar el lugar que han comenzado a ocupar -completamente alejado de los estereotipos de las voces melódicas o folclóricas que son las generalmente aceptadas por el público-, estas bandas de mujeres que querían contar historias diferente (muy jugosa la anécdota de Miss Bolivia a partir de un fragmento de un reportaje en el programa de Mirtha Legrand).

Un trabajo sólido, un collage muy bien entramado, que avanza valientemente sobre ciertos espacios que no habían sido anteriormente explorados por el documental dentro del cine nacional.

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